meternos en la boca del lobo, no queremos reaparecer en, y confrontarnos con, el puesto donde tuvimos el problema y la negra espera del otro día. Así que estamos viajando más al norte, hacia otro puesto fronterizo, el de Paysandú. Allí no tendría que haber problemas.
Finalmente, llegamos a la determinación de que, sí, vamos a regresar a Buenos Aires. Vale decir que hubiese sido menos kilómetros cruzar por Gualeguaychú que por Paysandú, pero seguridad primero, y enfrentarse con la ceguera burocrática es muy inseguro.
La carretera es del tipo asfaltado segundario, pero bastante agradable y en bastante buen estado.
El ambiente también es agradable, muy levemente ondulado, obviamente muy fértil y, como tal, muy aprovechado. Hay numerosas tropillas de vacunos, de a centenares de cabezas, de muy buena calidad, de razas como la Charolais, la Hereford, o la Holstein. Hay cultivos en varios estados, algunos, solamente arados, otros, echando una alfombrita de verde fresquito. Recién, vimos cosechadoras tragándose campos de girasol.
Es que los pastos y las tierras de Uruguay son aún mejores que aquellos de la Argentina, y Uruguay ha quedado más pastoril que la Argentina.
Las estadísticas nos dicen que tierra improductiva ocupa sólo un 3/oo del territorio; y del 97/oo de tierra productiva, casi el 90/oo es arable.
Por aquí, la explotación de la tierra no es en forma de campiña como lo notamos más al sur de Uruguay, sino en forma de grandes establecimientos de campo, verdaderas estancias.
Eran estas tierras, antaño, la patria de los Charrúas, pero éstos, como tantos otros paraborígenes, fueron genocidados, y de ellos no queda nada sino, quizás, un poco de influencia genética en la sangre de ciertos gauchos de hoy - dándole a la palabra gaucho el significado de cierto hombre muy apegado a la tierra y a nobleza de carácter, y no necesariamente de un hombre vestido de bombachas y de un sombrero, y provisto de un cuchillo en la cintura - que esta indumentaria, otrora típica, hoy en día ya casi no existe, si bien la vimos más frecuentemente aquí, en Uruguay, que en la Argentina.
Es notable cuántas ramas étnicas, no hace tanto, vivían en esta mitad atlántica de América del Sur que recorrimos hasta ahora, y no existen más; para recapitular solamente aquellas que tuvimos la oportunidad de rememorar: Yagas, Onas, Alacalufes, Tehuelches, Bertenes, Sechunas, Timbúes, Querandíes, ahora, Charrúas. Como si nunca hubiesen existido. Y cuántas etnias más hubo por toda América, quienes todas fueron parte de la humanidad en este globo.