medio de la arena, o arbustos agrupándose a un costado; con médanos a veces tan altos que llegan a obstruir la vista del agua; todo ello, todavía más íntimamente conectado con ciertas calles adyacentes en los días de fuertes vientos, como fue el caso en los cuatro últimos días de temporal, cuando chorros de arena estaban disparados desde una playa por la calzada de las calles adyacentes.
Por otra parte, a más de todos los visitantes históricos del estuario de la Plata ya mencionados, Montevideo tuvo su propio visitante. Un visitante, al contrario de todos los demás, involuntario, y que, menos afortunado, nunca más salió del estuario de la Plata: fue el acorazado alemán Admiral Graf Spee, en 1939, cuando su propia tripulación tuvo que sacrificarlo y hundirlo, para que no cayese en manos enemigas.
…Ш… Más gente chupa mate de bombilla, por lo menos más gente lo chupa públicamente, que en la Argentina. Nunca vimos en la Argentina gente con su mate en la mano y una termo-botella de agua caliente debajo del brazo, deambulando por la calle y chupando su mate. Aquí, es frecuente. Buena idea; ¿por qué no se cambia el vicio universal de fumar por la costumbre de chupar mate, ciertamente menos dañina y ofensiva?
…Ш… Era nuestra esperanza quizás poder hacer revelar nuestras fotografías y hacer revisar el coche. Lamentablemente, ambas esperanzas se nos derrumbaron.
No encontramos en Montevideo un laboratorio fotográfico según nuestros requisitos, ni siquiera mejor que los de Buenos Aires.
En cuanto al coche, si bien hay, aquí, coches y concesionarios, incluso una planta de armado, de la marca de nuestro coche, nos enteramos, para nuestra sorpresa y decepción, de que no tienen, en Uruguay, las mismas especificaciones que en Vespuccia; por lo tanto, no hay aquí repuestos o experiencia para nuestro vehículo. Muy lamentable.
Por otra parte, parece que, en el Paraguay, como no hay producción nacional, a la fuerza hay importaciones y, por lo tanto, sería más factible conseguir lo que haría falta para poner nuestro vehículo al día antes de la gran aventura por la inmensa vaciedad de la Amazonia.
Por lo menos, se hicieron unos mantenimientos para los cuales no hacía falta repuestos, y que era realmente lo más impostergable.
También quisimos cambiar el silenciador que, ya hacía semanas, oíamos que se iba deteriorando. Una cosa que seguramente se podría cambiar fácilmente en cualquier parte de la Tierra. Pero no.
Aquí, no hay el tipo de silenciador que llevaba nuestro vehículo desde Quito y que era idéntico al de fábrica. Nos asustamos cuando se nos ofreció un >>>>>>>>