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> Tuvimos una penosamente evidente confirmación de nuestra impresión de que hacer revelar fotografías en Buenos Aires sería un fotocidio.

║ Resulta que quisimos hacer un regalo a una viuda con cuatro criaturas, humilde y desamparada, tomando un rollo completo de ella y de sus criaturas, como para que tuvieran un recuerdo de la familia dentro de diez o veinte años, cosa que ella nunca podría tener de otra manera. Y hubo, naturalmente, que hacer revelar estas fotografías. Pues las hicimos revelar en un laboratorio que nos parecía el menos problemático. Lo increíble que vimos, tal vez valió la pena del esfuerzo de sacar las fotografías para la viuda.

║  Tres veces tuvimos que volver al laboratorio.

La primera vez, nos entregaron algo de no creer. De las veintiséis fotografías, no había dos que tuvieran el mismo largo; todas, de largo diferente. Todos los colores, como pasados por cloro; y a algunas personas les faltaba un brazo, cuando los negativos estaban perfectamente encuadrados. ¡Y los negativos! Los negativos, mugrientos, como si, según Karel dijo a la gente del laboratorio, un chico de cinco años, llegado de la calle con las manos sucias, los hubiese manoseado.

║ A la segunda expedición al laboratorio, los colores salieron un poco mejorcito y no faltaban brazos, pero faltaban media-cabezas.

║ En la tercera tanda de las fotografías, o sea la tercera expedición al laboratorio, no faltaban cabezas, no faltaban brazos, y los colores estaban algo más definidos.  Pero, en total, un resultado sumamente mediocre.

║  Y el gerente del laboratorio nos explicó que, aunque se volviesen locos, no es posible en la Argentina revelar e imprimir fotografías de buena calidad.
- ¿Por qué?
- Porque, en vez de tener los ingredientes químicos de los baños, todos de una misma fuente y calculados cada uno en función de los demás, tenemos que comprarlos, cada uno de otro origen. Por ejemplo, uno, de Estados Unidos [entiéndase de Vespuccia], otro, de aquí mismo, de industria argentina, y otro, tal vez, de Europa, con la consiguiente falta de precisión de compatibilidad; además, con la agravante de que el producto argentino es algo muy más-o-menos, y de que los productos importados del hemisferio norte no son productos de primera calidad sino productos que fueron rechazados por no conformarse a las normas de calidad establecidas allá y fueron exportados a países considerados por los productores como de indios, para los cuales semejante calidad inferior es todavía muy suficiente. Y lo mismo con el papel de "impresiones" - en el significado que, desde Kodak, le conocemos.