/→→→ Hay 102 tanques de nafta, con una capacidad total de 120 millones de litros. La nafta llega directamente de los tanques a los puestos de los aviones por una red de 80 kilómetros de naftoductos subterráneos, por medio de un sistema programado que puede manejar hasta 13 millones de litros de combustible en 27 tipos diferentes.
/→→→ El movimiento anual de este aeropuerto es de unos 30 millones de pasajeros, o sea 82.000 cada día. No por nada el estacionamiento, o mejor dicho los varios estacionamientos gigantes, pueden albergar 16.000 coches a la vez, y no por nada hay 52 kilómetros de carreteras internas.
/→→→ Además, pasan, cada año, por este aeropuerto, 1.200.000 toneladas de carga general y 150.000 toneladas de correo.
/→→→ Hay, además, una gran multitud de edificios muy varios, desde un hangar que puede cobijar cuatro de los grandes aviones modernos a la vez, hasta un laboratorio con cámara de rayos X lo suficientemente grande como para radiografiar enteros motores de aviones, sin necesidad de desarmarlos; pasando por tres capillas, una para cada religión, católica, protestante y judía.
/→→→ Y para manejar todo lo susodicho, hay unos 40.000 empleados.
Un mundo asombroso a la vista, impresionante en las estadísticas, pero deshumanizado y deshumanizador en la práctica. ¿Dónde están los lindos pequeños aeropuertos de Yellowknife, Quito o La Paz? Sin quizás un milésimo de despliegue de este aeropuerto, pero seguramente infinitamente más accesibles a los pies y a las mentes humanas.
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\BA/ De vuelta en Buenos Aires.
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No sin, antes, haber tropezado, a la salida del aeropuerto, con otro caso - del cual no nos habíamos percatado a la ida - de una intromisión de los militares latinos en un asunto que parecería ser estrictamente civil. ¿Por qué será que dicho aeropuerto de uso cotidiano eminentemente civil, depende de la Fuerza Aérea Argentina, así como el propio pronóstico meteorológico depende, en tantos países latino-americanos, de los militares? Quizás un sociólogo lo explicaría como necesidad, con fuerza de tabú, de una mentalidad primitiva.
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Tres semanas completas pasaron ya desde nuestro regreso de Nueva York, increíblemente sin un momento de sosiego, a pesar de que ciertas cosas habituales de las cuales tenemos que ocuparnos las dejamos para Montevideo; como ser una revisación completa del coche, porque aquí, en la Argentina, >>>>>>>>