fue la primera vez que la prendimos para el solo propósito de calentar el ambiente; pero lo hicimos más bien por lujo que por necesidad porque, con nuestro equipo de dormir, si bien sentíamos el frío, no lo sufrimos.
Más tarde en la mañana, que fue pues la de ayer, nos despedimos de nuestros Ininivuks y salimos con Sol radiante; más tierra prohibida adentro.
Nuestros amigos delante de su casa
Esta vez, con un concepto diferente de las abruptas variaciones del coeficiente de resbaladura del hielo y nieve en la carretera. Tenemos que decir que, ahí donde nos fuimos a la zanja, luego, cuando caminábamos por la carretera, vimos que el hielo era tal, y la inclinación de la carretera era tal, que ni caminar se podía, con peligro de perder el equilibrio a cada paso. Ahora, entendemos que lo que se observa en una parte de la carretera no es muestra del estado de la carretera, ni siquiera dos metros más lejos.
Lamentablemente, todo lo anterior tuvo por fondo un creciente dolor en la espalda de Karel, dolor que había aparecido levemente ya un par de días antes, que ciertamente era nada, pero que, probablemente por los esfuerzos del naufragio en la nieve, se había vuelto bastante fuerte como para impedirle a Karel sentarse o acostarse confortablemente; además, estábamos, los dos, bastante agotados; de manera que, viajando, nos pareció imprudente seguir hacia el Norte y exponerse a condiciones extremas sin estar en óptimas condiciones físicas; por lo que decidimos viajar no menos pero no más que hasta uno de los dos o tres campamentos de vialidad que existen a lo largo de los 650 kilómetros de esta carretera, para pasar la noche en una verdadera habitación, con la esperanza de, así, mejorar la espalda. Y es donde estamos desde ayer.
Esta mañana, estábamos todavía muy cansados, y la espalda de Karel todavía no estaba bien. Otra vez, decidimos que sería más agradable y prudente no aventurarnos en estas condiciones, y más bien quedarnos aquí, todo este día y toda otra noche, con la misma esperanza de mejoría.
De todos modos, ya así hemos adelantado en varios de nuestros propósitos.
→ Hemos entrado en la tierra prohibida, donde pueden entrar solamente aquellos que conozcan un político blanco o un cacique paraborigen.
→ Hemos experimentado en carne propia los grandes fríos polares que para nosotros, hasta ahora, eran palabras en una página leída en el tibio bienestar del hogar. Ahora, todos los libros leídos en el pasado relacionados con grandes fríos adquieren para nosotros dimensiones totalmente nuevas, aun a posteriori.
→ Hemos llegado a la latitud del sur de la bahía de Hudson, que es un primer paso para llegar más al septentrión.