Toda la limpieza y amenidad de la playa de estacionamiento del Jumbo de Santiago, aquí, se trueca por suciedad. ¿Por qué será que una empresa tiene un negocio así y un negocio asá en dos lugares diferentes? ¿Será porque así se adaptan mejor a la mentalidad local? ¿O será porque así se lo impone la mentalidad local? Muy curioso.
Adentro del hipermercado, hay otros problemitas; problemitas que ya notamos en otros mercados y mercaditos, pero que aquí cobran su significado real por ser este hipermercado no alguna tienda provincial sino, seguramente, un exponente de lo mejor que se puede conseguir en esta capital.
Por ejemplo, los envases. En contraste con los envases vespuccianos, ideados y calculados para su fácil apertura y fácil re-cierre, aquí, parece todo al revés: muchos envases son imposibles de abrir sin ensuciarse todos los dedos; algunos, son in-recerrables; algunos, así como ya lo habíamos visto en Santiago de Chile, son bolsitas con un contenido líquido, las cuales, por una parte, son sujetas a pinchazos accidentales, con la consiguiente pérdida del contenido y la consiguiente ruina de todo lo demás alrededor, y, por otra parte, una vez abiertas, no sostienen su propia forma y su propio peso, y el líquido se va por todos los lados. ¿Dónde está la comodidad del usuario? Claro, otra vez haría falta unos circuitos adicionales micro-miniaturizados; en la caja-cráneo de los ingenieros, se entiende.
Por ejemplo, salvo que hagamos, en el futuro, un descubrimiento sensacional, hasta ahora, parece que la industria argentina es incapaz de producir siquiera papel higiénico decente. Por ahora, a pesar de haber probado varias marcas, no encontramos otra cosa que un papel hecho de dos capas totalmente desprendidas una de la otra, y con sus líneas de perforación estrictamente incoordinadas, sin hablar de la mala calidad del papel.
Otra de las varias razones que, de vez en cuando, nos hacen sentir otra vez en Bolivia.
º En las ondas radiofónicas, descubrimos lo siguiente.
Dentro del habitual mar de vaciedad, hay una buena cantidad de programas hablados de interés sobre temas muy varios como nunca encontramos en otra parte - como perlitas perdidas en los abismos de la vaciedad. Pero, en cuanto a música clásica, si bien la hay, está restricta por cuentagotas, y preferentemente en las sombrías horas del amanecer y de la noche. En ciertos casos, parecería como obligación estadística de cierto porcentaje a cumplir, sin la menor preocupación por variedad o calidad en la programación, y por supuesto, por algún comentario sobre el interés histórico, musical o anecdótico de las composiciones. Añoramos el lujo de Bogotá, incluso la riqueza de Lima y de Santiago. Ni siquiera la radiodifusora de Montevideo nos salva porque, por alguna razón, se sintoniza, aquí, con mucho más dificultad que cuando estábamos lejos.