▪ Las veredas son angostas; no más de una persona a la vez puede transitar por ellas, a no ser dos personas tiernamente entrelazadas. Su estado oscila entre malo y catastrófico; frecuentemente rotas y abiertas por haberse efectuado algún trabajo, y dejadas así. Para un ciego, caminar por las calles de Buenos Aires es una imposibilidad. Para un vidente, es un ejercicio de atención para no torcerse el tobillo.
▪ La contaminación del aire alcanza, a veces, el tipo mexicano.
▪ Hay una total anarquía en las ordenanzas de tráfico y de estacionamiento, muchas veces incumplibles y, por lo tanto, naturalmente, incumplidas.
Por ejemplo, a la entrada de muchas calles del centro - todavía no pudimos observar si son todas - hay carteles prohibiendo el acceso de vehículos particulares a dichas calles. Sin embargo, todo el mundo entra como se le da la gana.
Por ejemplo, todas las calles céntricas, y muchas otras, prohiben imperativamente el estacionamiento; sin embargo, no se podría pasar un alfiler entre los coches estacionados. Es que la franja que quedaría vacía por el no-estacionamiento no ayudaría en nada al tráfico, porque, de todos modos, la estrechez de las calles no permitiría dos carriles de movimiento en vez del único que hay ahora.
Hablando de estacionamiento, hay un cómodamente espacioso lugar entre el teatro Colón - sala de ópera, conciertos y otras funciones, de fama mundial - y los tribunales centrales, espacio en forma de rectángulo flanqueado a ambos lados por sendos parques, espacio donde se prohibe - uno se pregunta con incredulidad por qué - el estacionamiento, cuando hay lugar con amplia comodidad para dejar estacionados coches, tanto en una hilera a cada costado del rectángulo, como en una hilera doble en el centro mismo de la calzada, dejando todavía amplio espacio para el flujo fácil del poco tráfico que hay en este preciso sitio.
La única explicación es que el burócrata imbuido de su importancia y autoridad nunca salió de su cueva y no sabe de qué está hablando. Naturalmente, la gente estaciona igual; y nosotros mismos nos quedamos allí varias veces, varias horas. Es el clásico y típico ejemplo de enseñar a la gente a no obedecer, emitiendo órdenes absurdas y luego ignorándolas.
▪ El tráfico, en las calles - a diferencia de las avenidas - no puede ser demasiado indisciplinado porque, simplemente, no hay cabida para más de un coche a la vez. Pero, en las avenidas, con varios carriles de tráfico, es una corrida descabellada haciendo patente indisciplina e idiotez.
º║º En la ruta, tipo autopista, que une Buenos Aires a su aeropuerto internacional, vimos las mismas indisciplina e idiotez, incluso con una dosis de prepotencia.