Por nuestra parte, nos enteramos de que ahora, en invierno, se ocupan de captura de animales de piel, que así atrapan castores, martas, linces, lobos, y venden las pieles. Como indígenas de la zona, tienen el derecho de cazar animales de carne, como el alce, para su alimentación, en cualquier época del año, mientras que los Blancos, en sus partes del país, pueden cazar tales animales solamente una vez al año, en noviembre.
Nos enteramos de que hablan tres idiomas, ininivuk, francés e inglés, resultado, ello, de su educación forzada en el sur del país - en este caso, en Brantford, en la provincia de Ontario - lejos de sus familias y lejos de sus raíces culturales, en un esfuerzo por los ocupantes blancos de erradicar la cultura paraborigen.
Tenían botas de piel de alce. Les ofrecimos nueces y algarrobate - algo que se parece a chocolate pero está hecho de algarroba. Probaron lo ofrecido con la mesura de verdaderos caballeros. En la conversación, aprendimos que nuestra buena suerte de haber sido encontrados por ellos se debía a su mala suerte; nos enteramos de que iban caminando porque se les había descompuesto su trineo motorizado; y hubiese sido casi seguro que no nos hubiesen detectado desde el trineo corriendo.
Finalmente, llegó el mastodonte de la cuadrilla de vialidad - algo que tenía ruedas tan altas como un hombre. En cinco minutos, y con la facilidad de un elefante manipulando una rama, puso nuestro coche otra vez en posición horizontal con sus cuatro ruedas en la carretera; no sin que pasáramos un instante por el miedo de que nuestro vehículo se volcaría por completo.
Y vino el momento crucial de arrancar otra vez el motor; en lo que ya habíamos pensado antes con bastante aprensión porque el motor tenía que haber quedado, ya sea totalmente mojado por la nieve que lo había invadido por completo por abajo en el hundimiento, y se habría derretido por el calor, o de otra forma impactado por nieve que no se habría derretido pero habría formado una ganga congelada en todos los rincones y recovecos de la maquinaria.
Alivio de alivios, el motor arrancó en seguida, a media vuelta de la llave de contacto. Tenemos que aclarar que Karel había cortado el encendido en el segundo anterior al impacto.
Así, motor andando silenciosamente, terminó como solamente una aventura lo que podía haber sido un drama.
Ida la cuadrilla de vialidad con su mastodonte, llevamos nuestros dos Ininivuks a su casa. Ahí mismo, delante de la casa, pasamos el resto de la noche en nuestro vehículo.
Ello fue otra aventura de por sí: aquella noche, la criotura bajó a -37 grados fuera del vehículo, y nosotros dormimos por primera vez con -13 grados adentro del vehículo. Hacia las cinco de la mañana, prendimos la estufa de querosén; >>>>>>>>