Estamos viajando hacia una zona cosmopolita, multilingüe, por lo menos por el nombre de sus pueblos: Daireaux, Henderson, Bolívar.
Por donde vamos, también vemos frecuentes remanentes de las inundaciones: vastas extensiones bajo las aguas que, evidentemente, no son lagunas sino campos y caminos - con sus alambrados, tranqueras e indicaciones viales - todavía, después de estos dos meses, en parte o en totalidad, bajo las aguas. Recién, un tal espejo de agua se extendía hasta tocar el cielo en el horizonte; y, de este lado, el agua llegaba todavía al nivel mismo de la calzada. El inconveniente de tener pampas sin escurrimiento.
El patito está en su elemento. Y la vaca, ¿qué dice?
Doscientos ochenta kilómetros más tarde, y siguen sucediéndose, si bien menos dramáticamente, ojos de agua y bañados. Hay muchos pájaros relacionados de alguna manera con agua; con largos picos especializados, en cono fino, en cono grueso, en espátula, en curva delgada, y otros, incluyendo las garzas blancas, flacuchas y más curiosas que lindas, cuando de pie, pero bastante elegantes en vuelo, si bien no tan deslumbrantes como los flamencos rosados.
A 150 kilómetros de Buenos Aires, el fraccionamiento de la tierra sigue su evolución ya notada en días pasados hacia su cada vez mayor desmenuzamiento. Las estancias se van encogiendo. Entre las estanzuelas, aparecen chacras, entre las chacras aparecen loteos de parcelas con espacio no más que para una vivienda y unos árboles. Esta miniaturización de la tenencia de la tierra debe de ocurrir ciertamente viajando hacia cualquier ciudad, pero, por alguna razón, en este viaje del fondo de la Patagonia hacia Buenos Aires, lo estuvimos, y estamos, notando con claridad didáctica.
A 66 kilómetros de Buenos Aires, ya casi de noche, paramos a orilla de un camino de tierra suburbano de la localidad de Cañuelas, alejándonos del infierno de la carretera principal. Hay gran presencia de árboles muy frondosos, especialmente eucaliptos. Es cierto que éstos crecen muy rápido. Mañana, veremos.
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\BA/ Se está terminando nuestra primera semana en Buenos Aires y alrededores, >>>>> y dudamos mucho de que podamos encontrar todavía algo que pueda contrapesar el cúmulo de cosas negativas, y frecuentemente despreciables, que nos sorprendieron día tras día, en ésta, la segunda capital de América, en tamaño, después de México, y, según la legenda, el París de América del Sur.
º║º En la ciudad propia, vimos lo siguiente.
▪ Las calzadas de las calles son pésimas; si bien asfaltadas, dan el mismo andar que las vías de tierra que tanto recorrimos.