Esta mañana, sigue el matorral ad infinitum. ¡Qué vastedades sin uso inmediato o aparente! Nos preguntamos, sin embargo, qué uso se le podría dar. Si crece este matorral con tanta convicción, quizás podría crecer otra cosa. Pero ¿qué? y ¿por qué no se lo hace crecer?
¡Ahá! Una vaca, vimos una vaca - hay que aclarar, empero, que sólo en efigie, en un cartel vial precaucional. Vale decir que nos preguntamos por qué está el cartel, ya que vaca de carne y hueso a la vista no hay. Probablemente porque algún burócrata - o será burrócrata - decidió que, en zona rural, es menester y propio poner de advertencia una vaca de chapa y pintura, aunque no hubiese vaca de carne y huesos - así como en ciertos pueblos, no nos acordamos en este momento de qué país, tenían la imposición reglamentaria de construir los infames rompemuelles a ambos accesos, aun cuando toda la ruta antes y después, y entre los dos accesos también, ya era una ininterrumpida sucesión de rompemuelles naturales.
Acabamos de cruzar el río Colorado, tocayo del río Colorado de Vespuccia, que fue uno de nuestros intereses allá, y de otros ríos Colorados por ahí. Sería divertido hacer una lista de todos los ríos homónimos de varios colores; esta mañana misma, cruzamos un río Negro; y ayer mismo, cruzamos un arroyo Verde. Y mirando hacia nuestro futuro, hay un río Bermejo en el norte de la Argentina; y un río Verde en Paraguay, y un río Negro en Paraguay; así, al tuntún; pero volvamos a lo de aquí y ahora.
En el acto de cruzar este río Colorado, también pasamos de la provincia de Río Negro a la provincia de La Pampa; pero en un ángulo no más; pronto estaremos por cruzar de La Pampa a la provincia de Buenos Aires.
En dirección a la ciudad de Bahía Blanca.
Estábamos recién comentando cómo el matorral sigue volviéndose cada vez más altito y tupidito, dándonos la impresión de una capa de agua aparentemente sin cambios de profundidad en cada momento dado, pero volviéndose inescapablemente unos pocos centímetros más profunda cada pocos centenares de kilómetros, cuando, de repente, como si alguien nos hubiese sacado la alfombra de debajo de los pies, ocurrió el cambio que tanto tiempo se hizo esperar: de repente, y sin previo aviso, tenemos a la vista la contestación a nuestras especulaciones de qué se podría hacer con tales tierras de matorral.
Tenemos, en paralelismo comparativo, a nuestra derecha, todavía el matorral, siguiendo hasta donde llega la vista, pero a nuestra izquierda, hasta donde llega la vista, todo campo liso, como si matorral nunca hubiese habido, con sólo los árboles aislados dejados para sombra, y la tierra cubierta de una sábana de pasto natural; y, como donde hay pasto debe de haber vacas, tenemos vacas pastando.