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Hay hormigas por todos los lados. A diez metros de nosotros - y gracias que no sea más cerca - hay un hormiguero, notable entre hormigueros y, para nosotros ahora, en nuestra época pos-hipopélaga, con un interés todavía más asombroso.

Es un hormiguero sin el habitual túmulo, sólo una entrada bastante cavernosa a ras de tierra; tiene que tener corredores y espacios libres adentro asombrosos por la cantidad y el tamaño sorprendentes de los pedazos de vegetación que las hormigas traen ininterrumpidamente; otras hormigas, mientras tanto, con igual empeño, van saliendo en tupidos rangos, llevando unas bolitas de lo que nos parece ser la basura del hormiguero, hacia lo que sería, pues, el basural de la comunidad. Así que una corriente de hormigas entra con provisiones y sale vacía, y la otra columna sale cargada de basura y entra vacía.

Nos preguntamos si es un esfuerzo comunitario en la alegría de un trabajo bien hecho, o si es una esclavitud impuesta. Sobre todo, nos podemos asombrar, ahora, ante el abismo inmedible que separa esta actividad hacendosa y la abstracción de los hipopélagos. Nos preguntamos qué sería de esta Tierra si criaturas del volumen de los hipopélagos fuesen dotadas del mismo sentido de comunidad, organización y laboriosidad que estas hormigas.

El tráfico de camiones no promete una noche muy tranquila.

Estamos a una distancia de la capital argentina de unos 870 a 900 kilómetros a vuelo de pájaro - según la proyección del mapa que se mida - pero los indígenas, en algún futuro por ahora muy incierto, quizás se encontrarán, sin haberse movido un paso, a sólo unos 175 kilómetros de la capital argentina; cuando la capital argentina se haya mudado, si es que algún día se mude según un proyecto que existe, a Carmen de Patagones, a los dichos 175 kilómetros, al este de aquí.

Incidentalmente, Carmen de Patagones es otro sitio donde los Brasileños trataron de invadir más allá de lo acordado entre Portugal y España en cuanto a la división del nuevo mundo entre las dos potencias de aquellos tiempos.

Recién salió la Luna, totalmente llena; primero, de un rojo sorprendente, ahora, más hacia un anaranjado lavado, con un lujo y una claridad de detalles como se suele ver en las fotografías astronómicas del satélite: una maravilla.

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Esta mañana, nos apartamos drásticamente de la costa; nosotros, hacia el norte; la costa, hacia el este; o sea, nosotros, de lleno tierra adentro; y quizás se podría decir pampa adentro.