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De munífica yapa, acabamos de tropezar con la sorpresa de otro gran interés en esta península realmente multifacética: el régimen de mareas de sus costas.

Al detenernos en el puesto de control de acceso a la península para agradecer el grandísimo favor de que se nos hubiese permitido pernoctar donde nos placiese en la península, cuando, por reglamento, está prohibido pasar la noche en la península, salvo en un determinado campo de concentración, de paso, aprendimos la fascinante flexibilidad y variedad de la marea alrededor de esta península.

Ya sabíamos que la marea baja o la marea alta no son simplemente marea baja y marea alta en todos los puntos de América. Por ejemplo, conocíamos las diferencias en las mareas entre las costas pacífica y atlántica de Panamá; pero las sutilezas que ocurren dentro del ámbito reducido de esta península están en una categoría aparte.

Resulta que las mareas en los dos golfos de la península, el golfo San José y el golfo Nuevo, no ocurren al mismo tiempo, y no tienen la misma amplitud. La plenamar ocurre en el golfo Nuevo cuatro horas antes de ocurrir en el golfo San José porque el primer nombrado recibe el impulso de la marea subiendo directamente del océano, mientras que el segundo se llena sólo por efecto de la altamar ya existente en el golfo mayor San Matías, al norte de la península, más exactamente, en realidad, cuando la altamar ya se va retirando del golfo San Matías, de manera que el segundo golfo, San José, se va llenando recién cuando el primer golfo, golfo Nuevo, ya se va vaciando.

Pero, como para vengarse, la marea alta en el golfo San José alcanza un desnivel de ocho metros sobre su marea baja, mientras que en el golfo Nuevo, la marea alta alcanza sólo seis metros sobre su marea baja. Y ¿por qué es así? Porque el golfo Nuevo tiene un perfil que puede recibir más agua con menos elevación, mientras que el golfo San José tiene un perfil por el cual el agua, no teniendo adónde ir, sube más.

Por todo lo antedicho, siempre hay, a una misma hora, una diferencia de nivel de cuatro metros entre los dos golfos, y lo que ocurre en un golfo, ocurre, con sus modificaciones, recién cuatro horas más tarde en el otro. Pero no hay por qué preocuparse por semejantes anomalías o, dicho desde otro punto de vista, hay que apurarse en admirar estas sutilezas, porque pronto los tentáculos del progreso, si salen con las suyas, habrán borrado del mapa, y de la realidad, esta pequeña maravilla, cortando el istmo con un canal de golfo a golfo y tapando la entrada de los golfos para establecer una central eléctrica maremotriz.

Maremotriz. Maremotriz. Será que el aire marino aclara los sesos pero recién aquí nos damos cuenta de que las centrales eléctricas que visitamos o comentamos en los ríos de Vespuccia y Canadá, era correcto, mas no exacto, llamarlas simplemente hidroeléctricas, porque, aquí, estas proyectadas centrales maremotrices también son hidroeléctricas; así que aquéllas, en los >>>>>>>>