queda por ver en esta península; y recién pasado mañana nos re-incorporaremos a los aconteceres del continente.
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ºOº Hoy, todavía nos pasamos medio día en el mismo hermoso sitio, mirando y escuchando; y naturalmente, ocupándonos de quehaceres varios. Ahora, estamos viajando hacia Punta Delgada. Al pasar la boca de la caleta, nos sorprendimos qué angosta es la entrada. En verdad, es más apropiado hablar de laguna con una estrecha comunicación con el mar. También vimos, de la ruta misma, más grupos de hipopélagos, los que, así, ya suman en los centenares.
Ahora, el camino subió a una meseta que hace acantilado con el mar, así que tenemos una vasta vista al infinito, pero no vemos la orilla propia del mar. Por lo tanto, de vez en cuando, nos paramos y caminamos hasta el borde del farallón.
Cada vez, estamos recompensados, por la imponente vista de los acantilados extendiéndose a diestra y siniestra, entrando y saliendo como baluartes de una gigantesca fortaleza; y, a menudo, por el sobrecogedor espectáculo, como si tomado de las primeras páginas de la vida en este planeta, de veintenas, a veces de centenares, de hipopélagos ocupando la playa entre el mar y los acantilados, como veraneantes en un balneario de moda.
En uno de estos desvíos pedestres, un montón de grandes criaturas no era de hipopélagos sino de leones marinos.
En otro de estos desvíos pedestres, no supimos qué mirar primero, porque nuestra atención fue desviada, de los hipopélagos en grandes cantidades, de los acantilados y de la plataforma continental descubierta en parte por la bajamar, hacia una águila que se colgó, inmóvil, a escasos metros encima de nuestras cabezas, aprovechando la fuerza sustentadora del viento, dándonos una hermosa, privilegiada, y probablemente única, vista de cada detalle de sus alas extendidas, su plumaje, y sus patas estiradas hacia atrás. Una oportunidad en cien años, sin duda. ¿O es que el águila tenía otras intenciones? - porque estaba realmente demasiado verticalmente y cerca encima de nosotros.
Al respecto, ¿anotamos, en su oportunidad, que, una vez, en una extremidad apartada de una costa apartada - ahora ya no sabríamos decir dónde - estuvimos bajo ataque en picada de las gaviotas del lugar? Ningún contacto directo; pero el rehilar de las alas en cada pasada. Y nada debajo de lo cual guarecerse.
Estamos en Punta Delgada. Hay, sin duda, leones marinos, apostados sobre un afloramiento chato, en islote, a pocos metros del acantilado desde el cual se los puede ver. Pero la vista de Punta Pirámides es, sin duda, vastamente mejor.