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Estuvimos en Punta Pirámides y Punta Norte. Todavía no, en Punta Delgada. Y estamos en un lugar de gran secreto, no divulgado al público y, por lo tanto, con su entero encanto de comunión con la naturaleza al natural.

En Punta Pirámides, hay lobos marinos; varias docenas de ellos, vistos casi perpendicularmente desde un acantilado, acampados en una plataforma rocosa al nivel de las aguas.

Por lo menos, son animales que se nos dice que son lobos marinos, porque nuestros ojos, ingenuos, testarudos y celosos de su libertad de percepción, no pueden reconocer nada, ni el más mínimo rasgo, de lobo en esos animales.

En Punta Norte, hay el mismito problema pero con otros animales; hay elefantes marinos, o por lo menos animales que se nos dice que son elefantes marinos, porque nuestros ojos, ingenuos, testarudos y celosos de su libertad de percepción, no pueden reconocer nada, ni el más mínimo rasgo, de elefante en esos animales.

En Punta Norte, también hay lobos marinos sin nada lobuno - por centenares.

Lobos y elefantes, dos espinas denominativas que es ineludible arrancar.

Los increíblemente mal-llamados lobos marinos, ciertamente se imponen, en su forma - a cualquier ojo libre de prejuicios y con el uso, aun limitado, de su propia percepción - como leones marinos, él, voluminoso, grande, una gran cabeza, una gran melena, y ella, mucho más menuda y sin otro atractivo visual que su esbeltez.


Parecen estar siempre gritando

Además, en los machos adultos, hasta su rugido lo escuchamos muy leonino; mientras las voces, de los demás adultos se parecen a vacunas, y de los cachorros, a ovinas.

Los igualmente increíblemente mal-llamados elefantes marinos, se nos explicó que se los llama elefantes porque a los machos viejos les crece un aborto de mini-trompita al modo elefantino.

A lo que replicamos. Por una parte, si es a los machos viejos, ello excluye todos los demás, que es la aplastante mayoría. Por otra parte, según vimos, trátase de un apéndice tan ridículamente chico en relación con el cuerpo que igualmente hace pensar en la trompa o proboscis de una mariposa.

Para nuestros ojos, ingenuos, testarudos y celosos de su libertad de percepción, los tales elefantes, en tierra, tienen la forma de un huso de gelatina y, en el agua, hacen pensar en un castor gigante o, cuando abren a toda su anchura la boca, en un hipopótamo - cualquier cosa menos un elefante.

El colmo es que el nombre científico de tales elefantes es Mirounga Leonina >>>>>>>>