El camino, de tipo primitivo pero, dentro de esta categoría, no malo. Por encima de nosotros, el Sol. Una necesidad, porque, con lluvia, el camino seguramente es impasable.
A nuestra derecha, la hermosura e inmensidad del océano Atlántico. A buena distancia de la orilla, se detecta rompientes por las espumas blancas. Y, con los prismáticos, se vislumbra puntos de formas muy particulares que deben de ser grandes animales marinos. Ningún barco a la vista, pero probablemente, allende el horizonte, la cosa puede ser diferente.
Según nos contaron los pescadores ayer, mientras los Argentinos no explotan en debida escala la vasta riqueza pesquera de su plataforma continental, enteras flotillas de pesqueros-factorías, a quienes les conviene venir de lejísimos, japonesas y rusas, están saqueando esta riqueza del país; y no, raspando por fuera el límite de 200 millas de las aguas territoriales argentinas, sino, siempre según nos contaron los pescadores, a no más de 16 a 20 millas de la costa, justo detrás del horizonte, con la connivencia de los funcionarios argentinos que tendrían que velar por la conservación de dichas riquezas. Y es por ello, se quejaron nuestros pescadores, que los peces que pescan son cada vez más chicos. Porque aquéllos, del otro lado del horizonte, ni les dan el tiempo de crecer.
Visitamos Punta Tombo.
Nos alejamos unos kilómetros del lugar, y estamos estacionados en la estepa para la noche.
Punta Tombo, con su sesquimillón de pingüinos, es una demostración de que más grande no es necesariamente mejor. Es, sin duda, mucho más grande que la pingüinería de Camarones o que aquella del seno Otway, pero sólo en pura superficie, sin ninguna diferencia estructural, como ser densidad o cualquier otra cosa. Es un caso de magnificación vacía, o sea de magnificación que aumenta lo que se veía ya de todos modos, pero no hace visible nuevos detalles antes inalcanzables a la vista. Al contrario, esta pingüinería nos pareció totalmente ininspiradora, en abrupto contraste con las dos anteriores, en las cuales pudimos observar muchas cosas de las cuales aquí no vimos nada. Lo único nuevo que vimos aquí no tiene relación con los pingüinos propiamente dicho: es la convivencia, a primera vista tan incongrua pero quizás muy apropiada, de dos tipos de pájaros tan impájaros como lo son los ñandúes y los pingüinos.
Pero es esta pingüinería un centro de estudios de pingüinos, quizás por ser más accesible desde los centros poblados del norte, quizás porque los grandes números se prestan a las estadísticas. Así pudimos aprender aspectos no observables por transeúntes.
[] Esta especie de pingüinos es sólo una entre veintiuna especies repartidas por el hemisferio sur - y sólo el hemisferio sur - Sudamérica, Africa, Australia, e islas periantárticas.