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Nos corrimos ahora un poco fuera del pueblo, vale decir en plena soledad. Božka está cocinando.  ¿Qué?  ¡Salmón!

En la radio se anunció, con dos días de demora - lo que quizás le dé un cariz de veracidad - que, cerca de la localidad de Capilla del Monte, en la provincia de Córdoba, aterrizó un plato volador. Para mayor abundancia de detalles, a doce kilómetros del pueblo, en la Sierra del Pajarito, dejando en su lugar de descenso una zona desnuda de cien metros de diámetro. Con todo lo que ya vimos en esta Expedición, y estamos viendo, y seguramente veremos, todavía  nos  falta  un  tal encuentro. ¿Sentiríamos terror?  Según los acontecimientos. Probablemente empezando con menos aprensión que frente a un actuar sospechoso de desconocidos terrícolas. Lo que sí sentiríamos, sería fascinación.

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Esta mañana, a primera hora, Božka está muy atareada. Cocinando. Cocinando para todo el día.  ¿Cocinando qué?  ¡Salmón!

Estamos viajando por un camino, a veces de ripio, a veces al natural, pero básicamente no malo, salvo los trechos donde hay que detener la marcha por completo antes de seguir de a paso, hacia nuestra próxima meta, la pingüinería de Punta Tombo; otra pingüinería, sí, pero una de las más grandes, si no la más grande de toda la Tierra.

La soledad es total, pero no puede ser tan total siempre, porque barbaridades no ocurren solas.  Tiene que haber un humano para cometerlas.

Y recién vimos un aguilucho de regular tamaño, como crucificado con las alas abiertas, sobre un cartel vial, muerto, recientemente matado, porque estaba todavía blando.



El aguilucho

Ya en días anteriores, varias veces, habíamos visto zorros colgados así, de los guardaganados que, en la ruta, permiten el paso vehicular pero no el paso pedestre de las ovejas desde una fracción de campo a otra, y habíamos especulado que quizás era como advertencia para alejar a los zorros. Pero, con este nuevo caso, parece que se va delineando una simple barbarie patagónica - por lo menos en esta parte civilizada de la Patagonia, porque en la parte más primitiva, del lado de la Cordillera, nunca vimos tal cosa.

Estamos en el cabo Raso.

A nuestra izquierda, la estepa de siempre, aunque en plena floración, como nevada, bajo una infinidad de pequeñas florcitas amarillas. Además, se nota que las matas arbustivas tratan, muy progresivamente, de aumentar en tamaño hasta volverse, a veces, pequeños arbustos de verdad.