No empezó con un préstamo millonario en moneda fuerte de algún organismo internacional sino como el fruto inimaginado del esfuerzo de un individuo, que vendía simplemente un fijador de cabello, que, un buen día, se encontró sin su materia prima, el tragacanto de Persia, o goma caraya de India, que tuvo que buscarse un substituto para seguir con su fijador de cabello, y se encontró con un mundo vastamente diferente que supo explotar.
Y ahora, nos vamos a dedicar a tareas varias, al mismo tiempo que disfrutaremos del ambiente, si bien, hoy, el tiempo es menos agradable, porque, otra vez, tenemos viento patagónico - Božka opina que tendría que ser viento agónico - lo que también hará todavía más difícil nuestra sesión fotográfica de esta tardecita.
No hubo sesión de fotografía, no apareció la estrella. Un poco preocupante porque ya tendría que haber estado de vuelta. Esperamos que no es por nuestra presencia. Pero, según nos comentó el guardafauna, este pingüino albino es el más miserable de los 25.000 pingüinos de la colonia porque es el más estudiado.
Así que vamos a pasar otra noche en este hermoso lugar, y mañana, con o sin fotografía, será hacia nuevos horizontes.
Ah, sí. Una cosa bien curiosamente incongrua, buscando el albino, fue una liebre deambulando por entre los pingüinos.
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Listo. Con las fotografías en el bolsillo - bueno, en la película - estamos en camino, de vuelta a Camarones, y más allá.
No fue exactamente fácil, con el viento siempre agónico, o patagónico, cómo se lo quiera llamar, y con la psicología del pingüino, tan especial como su plumaje; siempre escondido detrás de su pareja - no sabemos si él guardándose o si ella protegiéndolo así.
El albino con su pareja
Otra vez, admiramos el paisaje; incluyendo una roca insular a ras del mar, alfombrada de lobos marinos - quizás aquellos que no están en su apostadero habitual, u otros.
Es que la vida animal patagónica, casi aniquilada por matanzas de lucro en los años desde 1800 hasta, increíblemente, 1950, está ahora otra vez en aumento, especialmente a lo largo de la costa.
Como para cambiar un poco, las aguas, ahora, en vez de azules, son de un verde turqueza.
Es de tardecita. Y en vez de haber llegado quién sabe a dónde, desde esta mañana estamos todavía en Camarones.