ð Aquí, sí hay prole en cada vivienda, llorando ruidosamente y sin modales por su papilla.
ð Aquí, sí hay adultos que gritan, que se los escucha a más de un kilómetro a la redonda. Cuando nosotros escuchamos estas vociferaciones, antes siquiera de haber llegado a la pingüinería, creíamos que podían ser burros, porque son sonidos de doble acción: uno al aspirar y uno al exhalar. Cuál fue nuestra sorpresa, luego, cuando vimos que eran los pingüinos.
ð Aquí, sí hay bronca entre vecinos. Vimos dos vecinos agarrándose, no a puñetazos o patadas, pero sí a picotazos, y qué bochinche hacían.
ð Aquí, incluso, hay confrontaciones sociales entre aquellos que tienen su nido demasiado lejos del mar - y que lejos es, a veces más de un kilómetro - y aquellos que lo tienen en una zona más privilegiada, cerca del mar.
En estos casos, una familia de los arrabales se viene al barrio con vista al mar, se elige una vivienda a su gusto, y trata de sacar a sus moradores por la fuerza de sus picos. Si lo logra, se consiguió el codiciado lugar de privilegio mientras los vencidos tienen que rebuscárselas como pueden.
Al respecto, hay que aclarar que los arrabales, si bien tienen el inconveniente del alejamiento del mar, tienen la ventaja de ser barrios-jardines donde las cuevas pingüineras no son cavadas en subsuelo en un lugar desprovisto de vegetación como lo es la orilla del mar, sino dentro de tierra entre matas de paja brava, o debajo de tales matas, o de arbustos; y las hay talladas dentro del corazón mismo de ciertas matas grandes, con un aspecto de choza polinesia o por lo menos del estereotipo que la imaginación popular piensa que es una choza polinesia, porque nosotros ya no creemos nada de las imágenes populares que tapan los ojos de la gente a la realidad verdadera del momento.
Naturalmente, no todo es griterío y confrontación.
Hay también, las tranquilas escenas de adultos cuidando sus nidos; la siempre conmovedora escena de los adultos alimentando a sus pichones - dos, en general, por pareja; hay también pichones que esperan en calma, que regresen sus progenitores, y que, con tiempo, su vello dé paso a plumitas, para poder ir al agua ellos mismos. Y tampoco falta la pareja de enamorados.
Por otra parte, aquí, pudimos ver, mejor que en Otway, cómo los pingüinos que corren en pánico se ayudan de sus dos alerones como si fueran casi patas delanteras.
También pudimos observar aquí, por la tranquilidad relativa de las aguas, lo que no pudimos ver en Otway por el fuerte olaje, a saber cómo nadan los pingüinos debajo del agua. ¡Es increíble! Mientras en tierra caminan como si >>>>>>>>