Visión es. Con mérito, sin mérito, es la duda. Y no hay a quien preguntar. Una certeza es que no hay imperativo por qué no sería posible que la humanidad se haya generado en más de un lugar en más de una época.
Además, si Africa y América del Sur comparten diamantes y ñandúes/avestruces, por qué no proto-humanos.
Vamos a pasar la noche cerca de aquí, con la esperanza de que mañana podremos tomar algunas fotografías que hoy fue imposible tomar, por una parte, por falta total de Sol, bajo un cielo herméticamente nublado salvo, en todo el día, cuatro o cinco rayos de microsegundos con los cuales tratar de tomar una fotografía es peor que tratar de agarrar una liebre a mano limpia, siempre que uno se encuentre en el mismo lugar, y al mismo tiempo, que la liebre - en este caso, que el tema a fotografiar; y, por otra parte, por exceso de viento, y pequeños simunes saharienses en el aire.
Recién, acostándonos, prendimos la radio, y dimos con otra emisora de Montevideo - como siempre, por encuentro accidental, no buscado - Radio Carde. De Buenos Aires, todavía nada.
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Hoy fue un larguísimo día de enfrentamiento entre una naturaleza incontrolablemente adversa y la empecinada persistencia humana, con un resultado que parecía, paso a paso, a favor de la persistencia humana; hasta que un golpe de teatro final lo puso todo en duda y lo mantendrá en duda inescrutable hasta después de nuestra llegada a Buenos Aires.
Hay que aclarar que con el coche se puede llegar sólo a cierta distancia del yacimiento de moldes mineralizados; luego, hay que caminar, bajando y subiendo varias cuestas.
Emprendimos nuestra primera caminata para conseguir las dichosas fotografías, en horas de mañana, con cielo no tan hermético como ayer, esperanzadoramente a sólo tres cuartos nublado - pero ...
Pero, apenas llegados, nos dimos cuenta de que los varios temas que queríamos fotografiar no tenían todos la iluminación adecuada. De todos modos, nos abocamos a hacer lo que se podía dentro de la iluminación disponible; pero siempre como un juego de lotería, por una parte, con los cortos, caprichosos, aleatorios, intervalos de Sol entre las nubes, que teníamos que esperar 5, 10, 15 minutos - para ver, a veces, el espacio que había entre dos nubes y que esperábamos llegara a nosotros, cerrarse mientras tanto; y como un juego de lotería, por otra parte, con los permanentes embates del violento viento que no permitía mantener estable el propio cuerpo, y menos todavía una mano y un aparato fotográfico.