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A unos 30 kilómetros antes de San Julián, cambió bastante repentinamente la topografía, de llana a ondulada, casi serrana.

Estamos en San Julián.

Aquí nos atrajo la historia de un navío encallado desde el siglo XVI, y que muy bien podría haber pertenecido a la expedición de Hernando de Magallanes, Fernão de Magalhães, hacia su Estrecho.

Hablamos con el hombre mismo que, se dice, hizo el descubrimiento de los restos del naufragio.

Primero, nos aclaró que él no había descubierto nada, que sólo había hecho lo que nadie había hecho antes, a saber tomar acciones concretas en base a rumores persistentes entre los pobladores de la zona.

En definitiva, lo único cierto, en cuanto a los restos naufragados, es que están en el banco Cormorán, bajo las aguas con altamar, a descubierto con bajamar, en la propia bahía del puerto de San Julián, y que son viejísimos, de los tiempos cuando se ensamblaba los maderos con tarugos en vez de clavos, según nosotros mismos pudimos ver en los maderos que el hombre tiene acumulados en su patio.

Pero, si bien es cierto que Magallanes pasó por aquí en 1520 - incluso que invernó aquí, incluso que perdió uno de sus barcos por aquí, incluso que tuvo que enfrentar una tentativa de amotinamiento que logró desbaratar por decapitación y descuartización - igualmente es cierto que por aquí también pasó, en 1578, la flotilla de Drake - incluso que éste también invernó aquí, incluso que también él tuvo que aplastar una rebelión aquí, lo que hizo por ahorcamiento, incluso que, al salir de aquí, abandonó dos de sus naves para tener menos problemas de coordinación.

Y si, hoy, se sigue diciendo que estos restos en el banco Cormorán son de Magallanes no es porque así se haya establecido fehacientemente sino sólo porque ya así decían los rumores.

Para aumentar el enredo, hay también versiones históricas según las cuales Magallanes no hubiera perdido su barco aquí mismo, en San Julián, sino unos 24 kilómetros más al sur, a la altura del río Santa Cruz, precisando incluso, esta versión, que, entonces, la tripulación tuvo que arrastrarse de vuelta a San Julián caminando en el invierno patagónico; lo que otras opiniones, a su vez, consideran imposible por la imposibilidad de sobrevivir una caminata de 24 kilómetros en condiciones de total desamparo en el invierno patagónico.

Así que parece que hay, aquí, un fértil campo para investigaciones - lo que quiso hacer nuestro informante; pero desde que tomó los primeros pasos, hace unos catorce años atrás, lo único con que se encontró fue amargura y frustraciones.