Quizás haya una explicación, se nos ocurre ahora: que la basura no sea la obra de viajeros sino de lugareños cochinos de comarcas lindantes.
Estamos en Río Gallegos.
Terminó el purgatorio vial que nos trajo aquí y que fue, sin duda, el colmo de todos los caminos de ripio y de canto rodado desde Bariloche; tan malo, si no peor que los peores de Bolivia y Perú; y empezó una inefable cinta asfáltica, suave como el terciopelo. El asfalto tendría que durar ahora hasta bien adentro de Brasil. En cuanto al terciopelo, no sabemos.
Nos tomó varias vueltas por esta ciudad - pequeña, limpia y sin atractivos - así como bastante tiempo, para convencernos de que la fruta y verdura son un 50/oo más caras que, y de calidad inferior a, las frutas y verduras en Ushuaia; y ni hablar de los precios baratos y de la buena calidad de estos comestibles en Chile, aun en Punta Arenas. Se nos explicó que, a Ushuaia y a Punta Arenas, se las lleva en avión, mientras que, acá, se las trae en largo viaje por camión. Nos preguntamos por qué, entonces, no se las trae por avión acá también.
Lo que hay en cantidad, y absolutamente gratis, es altoparlantes vociferantes atropellando, desde el techo de vehículos recorriendo las calles, la tranquilidad y buena salud de cada uno y todos los presentes. En Río Grande también había la misma falta de respeto de la ciudadanía para llenar las arcas municipales, pero, por lo menos, los altoparlantes eran estacionarios, así que uno les podía escapar; aquí, los altoparlantes se lo buscan a uno donde sea que uno se esconda.
Salimos apenas 3 kilómetros de la ciudad, y estamos en plena estepa, para pasar la noche; pero con el núcleo urbano, y sus tentáculos de líneas eléctricas tachando partes de la estepa, a la vista.
Por alguna razón - no sabemos por qué aquí y no en otros casos similares anteriores - surgió ante nuestros ojos internos la horrorosa visión, de las grandes urbes amontonando sus masas donde antes era tierra libre; de las grandes cavernas artificiales llamadas casas de muchos pisos, con una entrada chiquitita abajo como un orificio de gazapera, por donde se meten los insectos humanos, para subir luego por una angostura, ya sea de escaleras o de vertibuses, para meterse, cada uno, en su pequeño nicho llamado departamento. Quizás sea ello necesario para la evolución de la humanidad, de la misma manera que es necesario el amontonamiento de las abejas, las hormigas, las termitas, para el funcionamiento y sobrevivencia de estas especies.
Recién, a esta hora bastante alta de la noche, cuando se suele lograr sintonizar estaciones inalcanzables durante el día, percibimos muy débilmente, pero percibimos, la inefable sorpresa de música de cámara. ¿De dónde podía venir? De esta parte del continente, seguramente no. De las islas Malvinas, >>>>>>>>