por el estado de su propio camino, en su parte de Tierra de los Fuegos, demuestran que así les gusta, o por lo menos que así están acostumbrados.
Así vamos, de a brincos, a 15 ó 20 kilómetros por hora, que es todavía una velocidad excesiva; pero la única velocidad no excesiva sería quedarse parado a 0 kilómetro por hora.
Recién, tuvimos que detenernos, sin siquiera haber podido elegir si lo queríamos hacer o no. El camino estaba inundado por un mar de ovejas esquiladas. Tuvimos que dejarlas escurrirse. Preguntamos a uno de los dos arrieros cuántas había: dos mil, dijo.
Otra vez, andamos en un fortísimo viento; esta vez agarrándonos de costado. Como observación general, notamos que el viento parece tener una relación con el Sol, ya que, casi como regla, en las primerísimas horas de la madrugada, es más suave, casi tranquilo, y recién a la hora o dos horas de haber emergido el Sol, empieza a acumular su fuerza furiosa, que mantiene durante todo el día, y hasta casi la madrugada siguiente.
A la altura del pueblo de Cullén, llegamos a una zona petrolera, con entrecruzamientos de gasoductos de varios diámetros y de varias presiones. Naturalmente, las presiones no están indicadas en kilogramos por centímetro cuadrado, sino en libras (de las gringas) por pulgada cuadrada.
El escape de gas quemándose
No faltan aquí las consabidas bocas de escape de gas quemándose como una antorcha, pero aquí se presentan de manera muy curiosa: en vez de ser armatostes verticales, con su penacho de llamas hacia el cielo, son cañerías horizontales estiradas en el suelo, con su punta de fuego dentro de una hondonada excavada debajo del nivel del terreno. Suponemos que, con el habitual sistema vertical en descubierto y el viento, las llamas se apagarían demasiado a menudo.
¡Qué barbaridad! Por lo recién visto, a lo largo de este camino de penitencia también circulan aquellos camiones, de dos pisos, de transporte de automotores nuevos. Y ¡cómo se sacuden los pobres coches nuevos allá arriba! Deben de llegar a sus orgullosos dueños como coches nuevos con la suspensión pre-arruinada de fábrica, salvo que sea una demostración de ser a prueba de cualquier cosa.
Y sigue el purgatorio vial de a brincos.
Hay muchas ovejas, en frecuentes y multitudinarios rebaños, sin embargo, curiosamente, en vez de estar pastando incansablemente como es la costumbre, están casi todas acostadas, inclusive con la cabeza echada en el suelo. ¿Por qué será? ¿Una enfermedad en la zona?
También vimos unos guanacos, o por lo menos creemos que eran guanacos porque nos parecieron exageradamente altos sobre sus patas; y uno de ellos saltó por encima de un alambrado con una facilidad muy sorprendente.