Adelante pues, desde Ushuaia hacia el norte, desde un marcador vial indicando, una distancia de 3.218 kilómetros a Buenos Aires, la capital argentina, distancia que nos toca ahora recorrer, más las inevitables vueltas que daremos en camino; y una distancia de 5.171 kilómetros hasta la frontera con Bolivia; distancias que, naturalmente, se debe tomar sólo como aproximaciones, tomando en cuenta lo que ya sabemos de los marcadores kilométricos argentinos.
De todos modos, aun con las divagaciones de los kilometrajes argentinos, es abundantemente claro que estamos mucho más cerca de la Antártida que de Buenos Aires.
Lo que, a su vez, evoca el título honorífico que Ushuaia se auto-atribuye de Ciudad más Austral de la Tierra. Nosotros no estamos seguros de si estamos en la ciudad más austral o la capital más austral de la Tierra; porque, si bien es indudable que, cuando el título fuera formulado, era merecido ya que el asentamiento de Puerto Williams en la isla chilena de Navarino al sur de acá era solamente un poblado, no sabemos si, en el ínterin, el poblado no creció a ciudad. Así que, por la duda, nos acordaremos de que estuvimos específicamente en la capital más austral de la Tierra.
Y un último pensamiento hacia la Antártica/Antártida, más exactamente, una bien extraña calesita alrededor de la Antártida; con solamente dos figuras, pero qué figuras: el albatros diomedea exulans, y el pingüino pygoscelis adeliae.
Este albatros no encontró mejor jueguito para sus esbeltas alas de más de tres metros de envergadura que dejarse llevar por los fuertes vientos alrededor de la Antártida. Y el astuto sabe lo que hace: levanta vuelo contra el viento para ganar máxima altura en mínimo tiempo, luego se torna con el viento y se deja llevar, empujar, deslizar; y cuando perdió demasiada altura, otra vez se vuelve contra el viento para ganar altura, etc.
Este pingüino quiere saber muy poco de los demás pingüinos. Anida en la Antártida, es cierto que en los mismos sitios que los pingüinos imperiales, pero como es más astuto, lo hace en verano mientras que los imperiales lo hacen en los rigores del invierno. Y cuando termina de criar su familia, se toma sus vacaciones no en alguno de los lugares habituales de la gente pingüina sino dando vueltas alrededor de la Antártida.
Bien extraños desfiles entre esta Tierra de los Fuegos y el Bi-Continente - ¿o será la Bi-Insula? - debajo de los Hielos.
Ya está. Con todas las características de la ruta desarrollándose en orden inverso a la ida, y sin otra novedad que, en un momento dado, tuvimos que hacer una frenada y una maniobra para evitar de pisar un castor que se había apoderado de la ruta, estamos listos para la noche entre los árboles, cerca del Cami-Fagnano.
A pesar de la hora, vamos a inspeccionar las ondas cortas para escuchar, por fin, algo inteligente por radio.