En el paraje - "paraje" por más que figure como todo un pueblo en los mapas - de San Sebastián, puesto fronterizo chileno.
Salida de Chile, totalmente rutinaria - pero nos esperan otro re-ingreso a Chile y otra re-salida de Chile; los últimos, pero nos tememos que otra vez fuera de las normas, si bien tenemos confianza de que sin problemas, en este fin del mundo.
Ahá, bastante kilómetros después del puesto fronterizo chileno, en el paraje - "paraje" por más que figure como todo un pueblo en los mapas - de ... San Sebastián, puesto fronterizo argentino.
Dos San Sebastianes para guardar esta frontera, recta, vertical, cortada a lo largo de algún meridiano como a cuchillo, y más probablemente a espada.
Frente al edificio de la aduana, un árbol de Navidad que ilustra mejor que un anemómetro qué son los vientos de por aquí: un árbol de Navidad hecho de un caño vertical y 16 varillas soldadas a un ángulo hacia abajo; un árbol de Navidad super-esquelético, super-aerodinámico, para aguantar cualquier viento.
Nos dijeron que, de noche, queda lindo
Entrada a Argentina, totalmente rutinaria - si bien, aquí también, totalmente en contra de las normas que, según ya tuvimos otras oportunidades de recordar, nos comunicó antes del principio de la Expedición, la Dirección Nacional de Aduanas de Buenos Aires. Y tenemos más entradas y salidas, a y de, la Argentina por delante. Cada paso en su tiempo. Además, está ocurriendo a libro abierto, con el pasaporte de garantía del coche donde los aduaneros pueden ver todas las entradas, estadías y salidas del coche a, en, y de, la Argentina. Así que, mientras los aduaneros nos den sus vistos buenos, para qué ser más legalistas que ellos. Los sellos y las firmas ahí están.
Por primera vez en aproximadamente un sesquiaño largo, o sea desde nuestro contacto con la costa atlántica de Pananá, acabamos de ver el océano Atlántico; y de ahora en más, lo vamos a ir viendo en muchas otras latitudes.
Este camino argentino hacia el sur es peor que lo peor que vimos del lado chileno. En vez de ripio, canto rodado; en vez de pozos medianos, pozos grandes; a 30 kilómetros cautelosos por hora, y en segunda.
Si los 300 kilómetros a la ciudad-puerto de Ushuaia son todos así, nos preguntamos si vale la pena.
Recién, 40 kilómetros de asfalto bueno - antes y después del pueblo de Río Grande - acaban de darnos una consolación por el horror vial anterior; pero hubiésemos preferido, en vez de tal extremismo de canto rodado a asfalto, sólo un lindo ripio término medio a todo lo largo, que es lo que tenemos ahora, esperando que dure.
Recién cruzamos el paralelo 54, y seguimos para el sur.