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De madrugada. No hay tiempo para explicaciones. A disparar de acá, con esperanza de llegar a algún refugio.

Horas, y toda una aventura, más tarde; ahora sí, explicaciones que nos querremos acordar.

Esta madrugada, primera cosa al despertarnos, nos enteramos por radio de que había una advertencia meteorológica, que se acercaban vientos de hasta 100 kilómetros por hora, y nevadas que, se calculaba, dejarían unos 25 centímetros de nieve. Y, en el mismo momento cuando nos enterábamos de estas noticias, y como para que las tomáramos muy en serio, notamos que ya caía agua congelada. Sin perder tiempo, nos preparamos y nos pusimos en marcha para llegar al primer poblado antes del comienzo de la tormenta para hablar con los lugareños, los que, seguramente, nos aconsejarían qué hacer.

Fueron más de 100 kilómetros los que recorrimos así, y muchos fueron un buen, enojoso, espeluznante, aprendizaje del manejar en hielo desigual, incluyendo un descubrimiento de la situación quizás más peligrosa que pueda ocurrir.

Si bien, en los primeros kilómetros, no hubo mayormente dificultades y el andar resultaba bastante firme, de repente y sin previo aviso, el vehículo resbaló totalmente fuera de control - si bien, en un segundo, el chófer de la Expedición lo pudo enderezar gracias, en parte, a su experiencia con barro, y ciertamente en gran parte, a suerte, y echando el vehículo en doble transmisión. Si, en ese momento, nos hubiéramos cruzado con un vehículo en sentido contrario, todo hubiera terminado en una catástrofe. Naturalmente, lo peor había sido la falta de preaviso; y naturalmente, luego, ya precavidos, el vehículo no se fue más fuera de control, aun cuando - aun en doble transmisión, con mucho cuidado, y a paso casi de tortuga - hubo que controlar, de entonces en más, firmemente sus permanentes veleidades de resbalar.

Y llegamos a un sitio donde, por el mapa, tenía que haber habido un pueblo, pero no había. Y llegamos a otro sitio donde, por el mapa, tenía que haber habido un pueblo, pero no había.

De manera que, cuando llegamos a un sitio donde el pueblo del mapa también se materializó en la realidad - con esta experiencia detrás de nosotros, y los pronósticos meteorológicos por delante, y con la revelación de un providencial, inesperado, irresistible, motel, felicísimamente parte del pueblo - no necesitamos preguntar nada a nadie.

Estamos en el motel, a la espera de que venga la tormenta, de que caiga la nieve, de que venga el frío que se pronostica a -30 grados, porque, con una buena capa de nieve y con un frío firme, el andar es más seguro que cuando la palintura está alrededor de "0 grado" - que será lo mejor para patinaje sobre hielo liso y horizontal pero es lo peor para manejo sobre hielo desigual.