Hace tiempo que ya pasamos Chapleau.
Entramos en la cuenca hidrográfica de la bahía de Hudson, o sea que, de ahora en adelante, todas las aguas fluyen hacia dicha bahía. Lo que tiene su sabor histórico. Vale decir que hemos entrado en lo que se solía llamar Tierra de Rupert; así se llamaba, en las primeras olas invasoras europeas, la región adjudicada por el rey de Inglaterra a la Compañía de la Bahía de Hudson - se trataba, según especificaba la dádiva, de todas las tierras bañadas por la bahía de Hudson, y por todos los ríos desembocando en dicha bahía. Naturalmente, el rey no sabía qué daba porque, en aquel entonces, nadie sabía dónde y cómo se extendían estas tierras, ni qué ríos había; pero es fácil regalar algo que a uno ni siquiera le pertenece.
Desaparecieron por completo los sutiles manchones cromáticos de los árboles y arbustos caducifolios hibernando. Tenían el mismo atractivo que las hojas de otoño de Nueva Inglaterra, y presentaban la misma dificultad, o mejor dicho en este caso, la imposibilidad, de fotografiar, por lo delicado y tenue que eran. En su reemplazo, aparecieron los manchones, más fotogénicos por ser más evidentes, de la nieve en el verde oscuro de los coníferos. Algún árbol de ramas desnudas que todavía se atreve a existir parece peluca espolvoreada con talco.
Hace poco, paramos para una merienda. Pudimos disfrutar el silencio de los bosques bajo la nieve. También tuvimos el privilegio de sorprender la intimidad de algunos animales de la zona por medio de sus huellas. Contamos cinco tipos de huellas; y según creemos, serían de una liebre, de un pájaro, de un lobo, de lo que por aquí llaman moose, algo como anta, ante, alce, y de algún venado. Es emocionante sorprender las pisadas de animales que seguramente se sentían a salvo cuando pasaban por el lugar.
Nos estamos acercando a la ciudad de Timmins. Todavía no la vemos, pero ya vemos humos en la distancia, y eso debe de ser el sello en el cielo de este núcleo de industrias.
Timmins pretende ser la ciudad más extensa de Canadá, y puede ser que lo sea, pero, por lo que acabamos de ver, cualquier grupo de casas con unos negocios y unas industrias desparramado por una región podría decidir establecer una municipalidad - en el papel - de diez leguas en cada dirección, o quince, o veinte, según sea necesario, y afirmar ser la ciudad más extensa de la Tierra.
A cierta distancia más allá de Timmins ya. Anochece. Soledad. Silencio. Aquí vamos a pernoctar, anidados en un banco de nieve - todavía de una nevada anterior, porque, para nosotros, todavía no cayó ni un copo.
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