normal, iremos a dormir tempranito para recuperar la noche pasada y salir mañana tempranito hacia Punta Arenas y nuestro contacto con el estrecho de Magallanes.
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Regresando de la hermosa soledad de la pingüinería hacia el camino principal, ya vimos otros tres zorros. Para mayor detalle, una zorra y dos zorritos primorosos.
También hay bastante ñandúes.
Cruzando nuevamente el pueblo de Kon Aike, nos fijamos que, aquí también, tienen una costumbre local, como ya vimos en varios otros lugares, preguntándonos siempre ¿por qué surge una costumbre en un sitio y no se propaga a otros sitios, cuando su existencia no está condicionada por circunstancias, necesidades o disponibilidades estrictamente locales? En este caso, la costumbre, y bastante amena, es blanquear la chimenea que domina cada casa, y pintar sobre el fondo blanco algún dibujo geométrico diferente para cada casa: rombos, círculos, ángulos, etc.
Ya en el camino principal, otra instalación militar. Otra vez, fácilmente identificable desde kilómetros a la redonda por el meticuloso camuflaje.
A 20 kilómetros de Punta Arenas, establecimos contacto con el legendario estrecho de Magallanes. Primera impresión visual: bueno, es agua; y del otro lado se ve, lejitos, la otra orilla; y con eso ¿qué? Pero, la fama de este estrecho se basa no en vistas sino en conceptos, y éstos, en algún momento, habrá que sacarlos a orear.
La primera impresión visual de Punta Arenas es de agradable sorpresa. En esta inhóspita tierra, nutridas arboledas, anchas avenidas, esculturas imaginativas, pulcritud, orden, hasta con un rascanubes ya, con todos sus quince pisos, e incluyendo una plaza central tan íntima bajo una vegetación tan nutrida y frondosa, como las Plazas de Armas en latitudes mucho más cercanas al ecuador, donde era más natural.
Tal abundancia botánica pudo ser implantada y puede ser mantenida porque Punta Arenas también disfruta del mismo clima tibio fuera de lugar en estas latitudes que notamos en Puerto Natales.
Por otra parte, Punta Arenas es un feliz miembro de la comunidad internacional. Las mujeres siguen obedientemente la moda de los pantalones mostra-traseros; vándalos lograron desfigurar una de las lindas esculturas de la ciudad de tal manera que sólo una refundición podría corregirlo; y la municipalidad tiene, o por lo menos parece tener, su propia trampa administrativa de oro para ir rellenando sus arcas. El ardid es así.