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pavimento de las calles descuidado; y ninguna indicación mostrando por dónde llegar a la frontera, sin embargo muy cercana. Tuvimos que preguntar tres o cuatro veces.

Ahora, sí, la frontera; mejor dicho, los aduaneros.  Veremos.

Vimos.

1) Los Argentinos, unos amorcitos.
2) En otros diez minutos, un sello y una firma, estamos en Chile otra vez, con permiso perfectamente en regla para otros tres meses de estadía si así lo deseamos. Así que andamos con viento en popa - si no es demasiado incongruo hablar de viento en popa figurativo en la confusión de vientos borrascosos, tempestuosos, que es nuestra realidad.

Se ve que los bosques que empezaron en la Argentina, otrora se extendían de este lado de la frontera también, y en más tupido; pero, ahora, está todo pelado, cortado, con sólo miles de tocones, tristes remanentes de los bosques idos.

Puerto Natales. A orilla de la entrada al larguísimo, estrechísimo, seno de la Ultima Esperanza. No tiene mucho más para ofrecer que su pulcritud - que es ya bastante más que su vecino argentino, Río Turbio.

Es dándole la espalda y mirando hacia el, y más allá del, seno de la Ultima Esperanza que se ve cosas de innegable interés.

Por una parte, la combinación del color esmeralda de las aguas del seno con otro cordón de los Andes en el horizonte. Por otra parte, sobre el agua, a metros de esta orilla, muchos cisnes de cuello negro que nunca esperábamos ver en tal cantidad.


Todos lucen su negrura fuera del agua

Estos cisnes de cuello negro son todo un espectáculo. No por su particularidad de blanco y negro, sino porque, en un abrir y cerrar de ojos, se cambian de patos domésticos a monstruos de algún Loch Ness, y viceversa; cuando hunden su cuello debajo del agua en busca de su sustento, y se ve sólo su dorso blanco, parecen patos domésticos; cuando, por los juegos de las olas, no se les ve el cuerpo, sino sólo el cuello y la cabeza, éstos se imponen como los inquietantes cuello y cabeza de alguna monstruosidad, vaya a saber de qué tamaño, debajo del agua.

Además, este seno de la Ultima Esperanza se presta a una doble ilustración del mundo de desesperación que seguramente la maraña de la hiper-conislación austral, hoy chilena, debe de haber sido para los primeros exploradores europeos - este entrelazado de la Cordillera y del mar; la Cordillera bajando su plataforma geológica debajo del nivel del mar, y el mar tomando posesión de la infinidad de rincones de los valles de la Cordillera.

Por una parte, su nombre mismo de Ultima Esperanza es bastante sugestivo, tanto más cuando se lo une a otros topónimos de la conislación, como ser bahía Inútil, bahía Desolada, isla Desolación.