--^ Y aparecieron otras manchas blancas moviéndose como nunca se mueven ovejas habitualmente; y apareció otro paisano a caballo, lejísimos en la estepa.
--^ Y más hacia la derecha, y enfrente de nosotros, y más a la izquierda, tanto a corta distancia como en la lejanía, por todos los lados, apareciendo, no sabíamos de dónde, se movían centenares de puntos blancos, de manchas blancas, en embudo, hacia un punto de concentración común que ellos seguramente conocían pero que nosotros ni siquiera veíamos en la distancia; y apareció un tercer paisano, lejos, desde otro lado; los tres, gritando.
--^ Ante nuestro asombro, esos centenares, si no millares, de manchas y puntos blancos ambulantes se juntaban en manchones, éstos se juntaban en arroyitos, éstos, a su vez, se juntaban en corrientes blancas cada vez más caudalosas. Puede parecer una manera muy estereotipada de describir las cosas, pero así fue de verdad. Y allá lejos, donde todas las corrientes se unían, se veía una impresionante multitud, una mar encrespada, moviéndose hacia aquel destino invisible para nosotros en la lejanía. Todo ello, encauzado por perros ovejeros que no necesitaban recibir incitaciones para cumplir con su cometido, que muy evidentemente tomaban muy en serio y muy evidentemente les gustaba sobremanera.
Un espectáculo que nos tomó por sorpresa y nos sorprendió bastante.
Seguramente un rodeo de ovejas para su esquila.
Y es que es la época de esquila. Ya vimos, varias veces, ovejas que, evidentemente, pasaron por las manos del peluquero y ahora lucen su esbeltez veraniega, como muchas de sus análogas en las playas de moda.
Cuanto más al sur nos movemos, tanto más frecuentemente la estepa presenta manchones algo más verdeantes, con más ovejas - en los muchos centenares, si bien parecen no muchas en la inmensidad.
Otro espectáculo que se nos presenta con frecuencia y nos encanta cada vez, es de los matrimonios de pájaros paseándose con sus hijitos. El, más grandecito, más corpulento, más vistosamente empilchado, y consciente de su importancia, ella, más menuda, vestida de color liso discreto, en fin, toda recatada, y los polluelos, con una mezcla de juvenil actividad y buena educación que hace honor a tan distinguida familia.
Acercándonos al paraje identificado en el mapa como estancia Tapi Aike, tenemos, a la derecha, los cordones de la Cordillera. Muy enhiestos, empinados, puntiagudos, recortados, con masas contrastantes de rocas y nieve; en pocas palabras, a pesar de tener sólo una fracción de la altitud de aquellos gigantes de Bolivia para el norte, más típicamente, la habitual imagen de alta montaña, que aquellos gigantes panzudos. Otra ilustración de lo dicho ayer.