con el suspenso de la incertidumbre de cuándo realmente van a desplomarse, pero cayendo al fin, irremediablemente.
<║> El epílogo, mezcla de grandeza e imprevisibilidad, de las caídas grandes: a veces, un impresionante estallido de agua en cortinado; a veces, la re-emergencia del gigante de debajo del agua en un lento movimiento de elevación - con el suspenso estirado de ¿hasta dónde se elevará?-¿elevará?-¿elevará? - a veces, hasta dos tercios de su volumen total, para finalmente asentarse a flotar.
<║> Y los témpanos ya a flote, otro capítulo de belleza plástica caprichosa, y de comportamiento imprevisible, que hipnotizan la vista durante momentos que parecen suspendidos en la eternidad.
Vimos un témpano, formado por un esbelto arco sostenido en maravillosa precariedad por dos elegantes pilares, en precariedad tan precaria que, horas más tarde, ya no era más que un recuerdo y un montón de escombros.
Vimos moles de hielo durmiendo en el agua, inmóviles, empezar im-per-cep-ti-ble-men-te un movimiento que parecía más ilusión que realidad, hasta cuando tuvimos que convencernos de que algo pasaba. Pasaba que el gigante, lenta-lentamente, se volcaba, como con infinita precaución; con las hipnotizantes incógnitas para nosotros de qué nuevas formas irían a emerger del agua, hasta dónde seguiría el movimiento, y durante qué eternidad más. A veces, un tal reajuste de un témpano en cuidadosa búsqueda de su nuevo centro de gravedad, después de haber perdido el anterior por derretimiento desigual, alteró un témpano contiguo que, a su vez, empezó un fascinante movimiento de re-equilibramiento análogo. Una vez, vimos tres témpanos reajustándose así, como tres gigantes reacomodándose en una sola cama.
Observando estos aconteceres, pensamos en los giga-témpanos mudados de la Antártica al desierto norte de Chile, pensamos en las ideas de proveerlos de propulsión ya sea a chorro o a vela, de utilizarlos como cargueros frigoríficos, y nos preguntamos si los proponentes vieron jamás lo que vimos.
<║> Finalmente, otro elemento de variedad e interés es la llegada de un tsunami lacustre causado por una caída grande, a veces fuera de vista, del otro lado del frente del ventisquero - y causa, a su vez, de un alboroto, a veces estremecedor, de todo aquello en contacto con el agua.
Así, con la inmensidad e impasibilidad - aparente, hay que especificar - de los hielos polares, y con la vida pulsante de este ventisquero, completamos nuestro contacto con el mundo glacial.
Estábamos por pernoctar, y ya instalados de vuelta, en nuestro dormitorio de las liebres, camino a El Calafate, cuando, en una última vuelta de inspección alrededor del coche, en la penumbra de las 23, le pareció a Karel que el neumático que había quedado con falta de aire el otro día, otra vez estaba un poco bajo.