No sabemos si alegrarnos por el ripio que fue tan bueno hasta ayer, o lamentarnos ahora por las piedras, sueltas y fijas, y por la calamina, que reducen el camino de hoy al más puro estilo boliviano o peruano, con velocidad de 30 kilómetros por hora o menos.
Mientras tanto, otros enjambres de ñanduitos. Es increíble cuántos vivarachos hay en cada incubada. Debe de haber veinte o más. ¿No será que no estamos viendo simplemente sorprendentes familias con mamás ñandúes sino otro asombroso invento de la Naturaleza, jardines de infantes-sin-parentesco con maestras ñandúes?
Los ñandúes tienen la distinción, sin saberlo, de ser un indicio vivo, junto con la avestruz de Africa y con un pájaro similar cuyo nombre no nos acordamos en este momento, en Australia, de que, alguna vez, estas tres tierras eran una sola tierra.
Ahora, también un lago de un color que nunca vimos hasta ahora: estábamos convencidos de que era barro, hasta ver su rizado reptando. Este barro líquido y la turquesa liquefiada de ayer, lado a lado, serían sensacionales.
Sin tiempo para digerir totalmente lo anterior, nos saltó a la vista, a regular distancia, una larga extensión de imponentes nevados, insólitamente perforados hacia el cielo por tremendas puntiagudas crestas de pura roca desnuda.
En la extremidad norte de los nevados, se destaca el inconfundible conjunto del Fitz Roy y de sus agujas compañeras; con la habitual asombrosa variedad de exactísimas altitudes, al metro: a elegir, según el docto topógrafo que se quiera escuchar = 3.375, ó 3.440, ó 3.448 metros ... Una hermosa vista, esta hilera de nevados, y probablemente de un par de ventisqueros - rematada y dominada, en una de sus extremidades, por las torres y agujas de pura roca vertical desnuda, totalmente libres de nieve a pesar de su altitud mucho mayor.
Estas agujas, gordas y flacas, lanzadas hacia el cielo, ciertamente no eclipsan la belleza y la majestad de otras cumbres andinas, pero ciertamente son únicas por su forma puntiaguda dentro de este mundo de gigantes corpulentos.
La famosa pared vertical del Fitz Roy sería todavía más impresionante si no fuera el imán de los psicópatas que tratan de escalar dicho cerro por dicha pared en vez de escalarlo, ya que lo quieren escalar, por caminos más fáciles, como aquellos pianistas que insisten en lograr con una sola mano lo que se podría, más fácilmente, lograr con las dos.
Ah, y como si hubiese quedado guardada de reserva para una sensación final, recién apareció la extensión turquesa del lago Viedma, como broche final del conjunto.
El camino sigue tan malo que la caja de velocidad saltó varias veces por sí sola a neutro.