→→ También vimos unos dibujos que, más que manos, representan como si fueran pezuñas de tres pesuños, pezuñas trífidas, pero siempre con el mismo sistema de esténcil.
→→ Y, finalmente, una figura, una sola que pudimos ver, ya perfectamente geométrica, como los rayos estilizados de un medio Sol, algo nominalmente bien diferente de una mano, pero ambos, una mano con sus dedos, y el medio Sol con sus rayos, visualmente, en realidad, bien emparentados.
Así son el goce visual y las dudas inquietantes de estas manos misteriosas.
Cuando caminábamos a lo largo del cañadón, en un punto determinado nos dimos cuenta de que un eco reverberaba nuestras voces. Karel le gritó al eco en chiste "cállate, idiota" y él, el muy mal educado, tuvo la desfachatez de insultar a Karel gritándole "cállate, idiota".
En otro orden de cosas, no se puede no mencionar que también vimos casos, a pesar de lo muy apartado del lugar, del habitual vandalismo, tanto particular como oficial; vandalismo de irrespetuosos animales bípedos que, con cortafrío y martillo, se llevaron láminas de roca con sus manos rupestres, dejando, en su lugar, cicatrices claras; y vandalismo de burócratas idiotas que macularon los paneles con burdos números de pintura negra para algún propósito estadístico. ¡Increíble!
Otro caso de idiotez burocrática se da en los propios cercos que fueron erigidos frente a las pinturas para prevenir - obviamente sin lograrlo - el vandalismo particular. Resulta que el tejido de alambre está sujetado a los postes metálicos con varillas soldadas a cada poste, alternadamente de cada lado, derecho e izquierdo, como si fueran peldaños de una escalera para subir y pasar por ahí al otro lado. Es de preguntarse si es idiotez o sabotaje del propósito.
En este último orden de cosas, hay aquí, en el punto de acceso a la hilera de aleros, un caso que ya pasa de ser idiota para volverse simplemente lastimoso; un caso que tendría que ser de estudio obligado en todos los cursos de capacitación de administradores como ilustración de una lastimosa combinación, de una lastimosa falta de proyección y de una lastimosa ejecución, llevando a un resultado que puede despertar sólo desprecio o lástima. Todo ello, basado, sin embargo, en una muy respetable buena voluntad.
Resulta que, antiguamente, estas pinturas, por encontrarse en la punta de un país, en la punta del mundo, estaban prácticamente ignoradas, salvo por algún estudioso porfiado, o algún ladrón. Aun los últimos kilómetros de acercamiento eran penosos porque no había ruta, era necesario cruzar unas estancias a pie, bajar los paredones de un lado del cañadón, cruzar el arroyo, y subir del otro lado, para alcanzar las pinturas.