Lo ocurrido desde esta mañana hasta ahora fue imposible ir anotándolo mientras ocurría.
Después de llenar el tanque de nafta hasta la última gota, porque el próximo abastecimiento seguro estaría a unos 600 kilómetros, con la primera vuelta de rueda, nos encontramos con la primera gota de lluvia. Pronto, se volvió lluvia fuerte. Pronto, tuvimos que aceptar la innegable evidencia de nuestros ojos, que la lluvia se había cambiado en nevada tupida - lo que menos esperábamos; otra nevada. Pero nos tranquilizamos con que, en este principio de verano, no podía llegar a ser un problema.
Empero, la nieve eventualmente empezó a acumularse. Primero, en las lomas más altas; luego, todo alrededor del camino; y finalmente, empezó a agarrarse en el camino mismo. Por otra parte, las ondulaciones varias de la topografía que, en los días pasados, siempre habían dejado algún lugar llano para el camino, se juntaron tanto que el camino no tuvo otro remedio que empezar a bajar por cada hondonada, subir por cada loma, y serpentear por donde podía, al tiempo que se ponía pesado, y a veces resbaladizo, de nieve, a pesar del ripio.
Así, nos encontramos en una situación bien inesperada - en un desierto y en un principio de verano.
A pesar del cuidado requerido por las cicunstancias, la vista creada ante nuestros ojos no dejaba de ser linda y curiosa: las ondulaciones del terreno se habían dividido en dos franjas superpuestas, de ambos lados de una línea horizontal, como para indicar la división ambitural de la zona: la franja superior, toda blanqueada de nieve, la franja inferior, sin nieve.
Eventualmente, salimos de la zona de temporal, entramos en una zona donde no había nevado, y todo volvió a su normalidad.
Y aquí estamos parados, ahora, admirando una vista idílica en abrupto contraste con todo lo anterior. Estamos dominando una llanura ilimitada, con una vegetación un poco más tupida, un poco más verdeante, salpicada de centenares de ovejas que se destacan como bultos blancos contra el verde algo saturado de la vegetación, cuando, habitualmente, las ovejas quedan prácticamente camufladas en un ambiente de vegetación reseca; y, al fondo, se yergue una larga cordería, mejor dicho sería un largo cordón, de altas cumbres totalmente nevadas. Una hermosa vista, sin duda.
Pero otra cosa de interés - de orden totalmente diferente - está ocurriendo al mismo tiempo.
Como en una fábula, unos animales nos están dando una ilustración de comportamiento humano: unos caballos, dispersos en varios puntos de la llanura entre las ovejas cuando llegamos, muy pronto se percataron de nuestra presencia, y como hablándose por telepatía, corrieron unos hacia los otros; los que estaban acostados se levantaron en un santiamén, y todos corrieron >>>>>>>>