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Un indicio inequívoco de que estamos entrando otra vez en un fin del mundo es que, otra vez, como en el extremo norte del continente, en este extremo sur, cuando se cruza el escaso tráfico que hay, se estableció la costumbre de saludarse con la mano, en contraste con lugares más civilizados donde los viajeros se ignoran totalmente, y si no se ignoran es para insultarse.

Vamos a pasar la noche cerca de una estación del Automóvil Club Argentino, que es el único lugar un poco protegido en este desierto barrido por el eterno viento.

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Esta mañana, a los pocos kilómetros de echar a andar, cruzamos el paralelo 45. Estamos, ahora, más cerca del polo sur geográfico que del ecuador geográfico.

Y siempre, el páramo con su desolación.

Sin embargo, hay incontables kilómetros de alambrados, una verdadera fortuna en postes, varillas y alambres. Uno se pregunta para qué. Seguramente debe de haber una buena razón para semejante inversión, o la debía de haber cuando se hizo, porque la estepa original era adecuada para sostener la fauna autóctona, y puede haber sido atractiva para rebaños de ovejas, si bien, ahora, se está volviendo cada vez más estéril por el sobrepastoreo y sobrepisoteo.

Y el viento, con su embate tan fuerte y parejo, que las ondas térmicas que, habitualmente, se ve radiando verticalmente en una posición estática sobre el pavimento, aquí, se las ve como una corriente furiosa cruzando la carretera en la misma dirección que el viento.

En este momento, estamos disfrutando de un pavimento bueno, aparentemente hecho para nuestro uso exclusivo. En verdad, un lujo para una zona tan despoblada y para un tráfico tan inexistente. Pero pronto nos esperan muchos centenares de kilómetros de ripio, si es que queremos llegar a nuestra próxima meta grande, unos glaciares mucho más al sur - y, de paso, conocer la precordillera del sur argentino.

Luego, habrá otros muchos centenares de kilómetros de ripio para llegar a la ciudad más austral de América y de la Tierra, Ushuaia.

Río Mayo, en el mapa, figura como pueblo, pero en la realidad es un campamento, por otra parte, bastante llamativo cuando visto desde arriba como se lo ve al llegar, por constar de dos grupos de edificios, uno, con todos sus techos, verdes, el otro, con todos sus techos, rojos.