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creemos que estamos listos para seguir, gracias a Dios, con la Expedición.

Ah, pero la cosa no va a ser tan fácil. Esta tarde, mientras estábamos en nuestro segundo circuito, se le cayó a Karel el relleno de una muela, y tiene cita con el dentista para mañana.

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Viernes.

El dentista decidió que no había carie, que era solamente una fractura limpia y rellenó la cavidad; y, a la hora, empezó a doler el diente. Cuando Karel se convenció de que no era algo pasajero, ya se había terminado el día. Y ahora tenemos los días sábado y domingo con la perspectiva de un dolor de muela, en vez de ya arrancarnos de una vez y seguir viaje. Parece que Bariloche no nos quiere dejar ir.

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Sábado.

Siempre con el dolor de muela. El dueño del taller mecánico llamó a su dentista para convencerle que postergara por media hora su pesca de trucha y atendiera a Karel. Así se hizo y, en un santiamén, Karel se encontró con una muela de juicio de menos en la boca.  Por lo menos, no más dolor.

Ahora, a esperar el lunes, cuando tendremos que atender lo que no pudimos hacer el viernes.

De modo que el lunes tampoco saldremos todavía. Tendremos que rellenar la pulpería; tendremos que lavar ropa, lo que, en Bariloche, felizmente, se puede hacer con las máquinas de auto-servicio; y tendremos que solucionar un último problemita - que por lo menos esperamos que será el último - porque nos dimos cuenta de que dos de nuestras cuatro luces delanteras no prenden.

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Domingo.

Pasamos la noche, estamos pasando todo el día, y nos quedaremos hasta mañana, reponiéndonos de las tensiones multifacéticas de las últimas semanas, en >>>>>>>>