¿El fin de la Expedición, aquí en Bariloche, después de tanta experiencia ya acumulada, y con todavía tanto por recorrer? Pero, felizmente, hay fe profunda. De alguna manera se va a solucionar. Peor sería si tuviéramos problemas análogos de salud. Pero, gracias a Dios, ambos estamos muy bien. Mañana veremos.
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Noche tranquila. Ciertamente no exuberante; pero pacientemente apacible. Y ahora - ¿qué va a pasar?
Hoy, el día empezó animado, pero termina muy desanimadamente.
Esta mañana, el dueño se puso en campaña y, como activista en las esferas altas de Bariloche, consiguió la promesa de que no se impediría el ingreso al país de los repuestos necesarios si se pudieran conseguir en Chile. Y pensar que nosotros estuvimos tanto tiempo en Chile, donde las cosas se podrían haber hecho seguramente más directamente.
Con esta promesa en mano, quiso el dueño establecer comunicación telefónica con el país vecino. Ah, pero en la Argentina, como ya sabemos por dolorosa experiencia propia, los teléfonos no son ni remotamente a la altura de los teléfonos chilenos: mientras, en Chile, nosotros conseguimos llamadas, incluso a Europa, en el tiempo de hacer el discado - claro que desde una oficina especial, se entiende, y no de cualquier teléfono público como en Vespuccia - aquí, en la Argentina, el dueño trató todo el día de conseguir comunicación telefónica de Bariloche a Osorno, y no la consiguió. Parece imposible que, en una misma época y en un mismo rincón de la Tierra, con sólo cruzar la línea artificial de una frontera, se pase de un mundo a otro mundo, tan diferentes tecnológicamente; y, por lo que se nos dice, las llamadas de Bariloche a Osorno, aquí no más, del otro lado de la frontera en línea recta, tienen que vencer, créase o no, miles de kilómetros extra ¡por Buenos Aires!
Así que todo el día estuvimos golpeando con puños cerrados contra una pared inmóvil, inmovible, ciega y sin compasión. ¿Y nosotros, qué? Aunque haya salvación en Chile, de poco nos sirve aquí. Así que tenemos los ánimos más o menos por el suelo.
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Noche negra fue ésta, y no por su oscuridad sino por la falta de perspectivas, por esta pared ciega y sorda que nos separa de Chile. Y ni se sabe si, del otro lado, habría la salvación, de todos modos.