(•) Como esperanza, en esta provincia de Neuquén, se realizó, en 1972, el Primer Parlamento Nacional Indígena - entiéndase Paraborigen - con la participación de delegados de varias otras provincias, y hasta de la propia capital, Buenos Aires.
Ampliando esta muy triste cuestión del genocidio, físico y/o cultural, de los paraborígenes precolonenses por los invasores, en este caso, por los Argentinos desde Buenos Aires - desde Buenos Aires porque en aquel entonces a la Argentina le faltaba toda su mitad sur - no podemos olvidar dos textos, uno, de la época misma del genocidio, y uno, de hace apenas cinco años.
De la época del genocidio. Qué testigo presencial del robo de tierras ajenas por los Blancos, Darwin en persona. Escribió:
... esas escenas son horribles; pero cuánto más horrible aún es el hecho de que se da muerte a sangre fría a todas las indias que parecen tener más de veinte años; y cuando yo, en nombre de la humanidad, protesté, se me replicó: "sin embargo, ¿qué otra cosa podemos hacer? tienen tantos hijos esas salvajes."
De nuestra época. Qué testimonio de que los Blancos, ahora instalados en territorio ajeno, en cien años en nada cambiaron, es la disertación pronunciada por un miembro de la flor y nata de la alta sociedad argentina en 1978:
... refiriéndose a la expedición de genocidio, eufemísticamente como gloriosa Campaña del Desierto, presentando, hoy todavía, los paraborígenes de entonces - en realidad defendiendo su patria - como bárbaros, salvajes, culpables de terribles malones contra inocentes Blancos, chusma que había que someter y desalojar de 15.000 leguas de territorio, etc. Un texto cuya lectura, más completa que estos conceptos, induce vómitos si no gástricos, ciertamente cerebrales.
Qué paralelismo con el genocidio que ocurría en ese mismo siglo XIX en Vespuccia; con la misma violencia, la misma desalmada, patológica, aberrante, incomprensible para una persona normal, óptica por parte de las pandillas agresoras presentando, aquí como allá, su agresión, sus robos y sus masacres como gestas heroicas y plenamente justificadas contra los inadmisibles atropellos de la barbarie india cuando, tanto allá como acá, los paraborígenes sólo defendían sus patrias invadidas; la misma técnica utilizada por todos los imperialistas de este planeta cuando acusan a sus víctimas defendiéndose de ser bárbaros violentos.
Por lo menos, así sabemos que el último cacique soberano de la pampa fue de nombre Namuncurá.
. .
*
▪