En camino, nos desviaremos hacia una estación de ostricultura, para, tal vez, aprender algo sobre el tema.
Por nuestra impresión de esta isla de Chiloé, lo más interesante parece ser lo menos visible. Por ejemplo, temas como la mitilicultura de ayer, o la ostricultura de más adelante, se esconden, en realidad, debajo de agua; por ejemplo, hay temas históricos que se pierden en la bruma de los tiempos, como los siguientes.
o La isla de Chiloé es uno de los dos lugares - el otro siendo el altiplano andino - a los cuales se asigna el honor de haber originado uno de los grandes ingredientes de la alimentación de la humanidad: la humilde papa. Ya antes de la llegada de los asaltantes, el cultivo de este tubérculo se había ramificado en cien especies diferentes. Y las razas de papas son tan estables y poco propensas a cambios que su domesticación debe de haber empezado por lo menos 5.000 años antes de Cristo.
o Cuando la revolución libertadora chilena, los últimos gobernadores españoles huyeron a esta isla, y, en desesperación, la ofrecieron a Inglaterra.
o No por casualidad, hay, cerca de Ancud, el fuerte de Ahui, último refugio de los susodichos durante muchos años aun después de implantarse la independencia en el resto del territorio chileno. Lealtad colonialista realista parecida - en muchísima mayor duración, probablemente por lo apartado e innocuo del sitio - a la pertinaz oposición de los últimos realistas coloniales españoles contra los terroristas republicanos peruanos en el fuerte Felipe en El Callao.
o Por el aislamiento bastante severo en el cual vivió esta isla de Chiloé hasta relativamente recientemente, se hablaba - y cierta gente con quien conversamos insiste en que todavía se habla - un español más puro y conservador que en otras partes, con el uso, inclusive, de algunas palabras españolas antiguas que la gente común de hoy ya no entiende.
o También escuchamos proclamar, con orgullo de isleño chilote, que se dan casos de ojos verdes, herencia de los inmigrantes gallegos, quienes eran de origen celta.
Llegamos a la estación de ostricultura y, gracias a la gentileza de su dueño, aprendimos lo siguiente.
No se trata, en este caso, de una estación del gobierno sino de un particular, y no se trata de una producción sólo con fines de lucro sino también, y preferentemente, con fines de conservación de una especie de ostras en vía de extinción. Se trata de ostras que solían darse en todo el litoral desde el sur de Chile hasta Ecuador, pero que, luego, se fueron reduciendo hasta limitarse a la costa chilena, por lo que se las llamó ostras chilensis, y hay gente que sostiene que, por haberse reducido todavía más, habría que llamarlas ostras chiloensis.