Hoy, 27 de octubre, es el tercer aniversario del principio de esta Expedición. Hace tres años que estamos viajando sin pausa. Tres años cumplidos, y empezamos el cuarto; y si logramos llevar esta Expedición a su término proyectado, falta buena parte de un quinto año.
Nuestra meta, hoy, va a ser una isla anexa a la isla Chiloé, la de Quinchao, donde, en el pueblo de Achao, parece que hay una iglesia hecha toda de madera, sin clavos siquiera.
Estamos en Achao, y aquí está la iglesia, conocida por haber sido construida sólo de madera manualmente cortada y aplanada, y con tarugos de madera en vez de clavos, y con una variedad de decoraciones, también de madera trabajada y tallada a mano, con las limitadas herramientas disponibles. Pero hoy, por lo que vemos, es un híbrido - de lo rústico antiguo hecho más "bonito", y de puras refacciones modernas con clavos en vez de tarugos.
Por ejemplo, las columnas originales - de las cuales tenemos la suerte de ver un par de ejemplares en su estado original antiguo - eran, muy simple- pero impresivamente, un grueso tronco de árbol asentado sobre una gran roca. Pero, ahora, las rocas están prolija- y asépticamente cubiertas por un cajón a modo de distinguido sócalo, o quizás como polleritas cubriendo algo indecente; y los troncos, de manera igualmente banalizante, están escondidos en un estuche de tabletas de madera de baratillo, tratando de imitar una columna "de verdad". Qué barbaridad esta lividez estética cubriendo vitalidad creadora.
Por lo demás, toda la decoración de la iglesia refleja la necesidad - dos siglos y medio atrás, en esta isla que entonces, más que ahora, se encontraba fuera del mapa - de valerse del material y de los implementos disponibles localmente.
Entre los varios detalles de interés, hay un crucifijo con un Cristo de brazos articulados-en-los-hombros y desclavables - sería mejor decir destarugables - de la cruz, de modo que, durante el oficio de Viernes Santo, se saca los tarugos de la cruz y se deja los brazos caídos a lo largo del cuerpo, de manera quizás no muy histórica, pero parece que muy impresionante para los feligreses.
Debajo del piso de maderos de la iglesia, hay un cementerio, no porque la iglesia haya sido construida sobre un cementerio, sino porque se acostumbraba sepultar los muertos debajo de la iglesia.
En resumen, una iglesia no sin interés, pero donde los tarugos de madera son lo que menos interesa, y que debió de ser mucho más notable en su estado original.
Entre lluvia y no lluvia, volvimos de la isla chica a la isla grande, y estamos regresando hacia el norte para pasar de la isla grande a tierra firme, si se puede llamar así una tierra con tantos terremotos.