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Hablando del vehículo, no pocas otras cosas tuvimos que poner en condiciones.

→→ Para empezar, en los primeros días de nuestra estadía en Santiago, más por curiosidad que por lo que nos hubiese parecido una verdadera necesidad, averiguamos qué posibilidad habría de comprarnos otro juego de cubiertas nuevas, si bien las que habíamos importado por vía aérea de Miami a Quito no estaban todavía del todo malas.

   Por el canal habitual, o sea el concesionario de la marca, resultó ser imposible.  No las hay en plaza y no se las puede importar.

   Por un chispazo de inspiración, nos dirigimos a un hombre que se ocupa de importar un poco de todo para coches de competición, en pequeña escala. Averiguó, y sí, podía importarlas. Y como, para nosotros, ante la dificultad inherente, la curiosidad original se había trocado en negocio serio, las hicimos importar. Esta vez, no las había ni siquiera en Miami, por lo que hubo que comprarlas en California, llevarlas a Miami, y luego mandarlas por avión a ésta.  Las tenemos ya puestas.

→→ Hicimos cambiar la otra manguera de agua del radiador, si bien parecía todavía muy buena; no queríamos tener otra vez la aventura que tuvimos al salir de Oruro.

→→ Naturalmente, se hizo una afinación completa del motor.

→→ El chofer de la Expedición detectó una pérdida de aceite en el diferencial trasero, y hubo que arreglar esto.

→→ También hicimos, finalmente, soldar y arreglar el guardabarro que ya estaba flojo mucho tiempo antes de Nasca, y en Nasca casi nos hizo caer en las manos de unos ineptos.

→→ También, tenemos opiniones encontradas en cuanto a la vida útil remanente del disco de embrague. Un mecánico nos advirtió solemnemente que nos va a fallar en cualquier momento. Otro, nos dijo que todavía le quedaba algo de vida, no se podía precisar cuánto, pero todavía para rato. Y así también nos dicen nuestras observaciones de sentido común, por lo que decidimos tomar el riesgo de postergar para más adelante la cirugía mayor de cambiar el disco.

Así que las cosas no son tan fáciles como parecen a la gente que insiste en llamar nuestra Expedición un lindo viaje.

Ahora que restablecimos la costumbre de grabar la crónica, vamos más bien a aprovechar los dos últimos días hábiles antes de fin de semana para alistarnos para, por fin, seguir con nuestra Expedición. El sábado o domingo venidero será más oportuno para grabar las observaciones que tenemos acumuladas, por falta de tiempo, en estilo telegráfico y mnemotécnico en una papeleta.