protección, pero demasiado cortas, de manera que, en cada tira, el último negativo está parcialmente, vale decir en la práctica totalmente, sin protección; fueron colocados en dichas fundas en un orden que desafía la imaginación - algunas tiras, de izquierda a derecha, algunas, de derecha a izquierda, algunas, con la parte de abajo hacia abajo, algunas, con la parte de abajo hacia arriba, algunas, con una mezcla de lo susodicho, de manera que, para ver los negativos en secuencia, primero hay que sacarlos todos y reordenarlos desde cero.
Que es cuando uno se da cuenta de la mugre salpicada y pegada en los negativos, seguramente al enfundarlos, porque dicha mugre es en adición a las desgracias anteriores de los negativos y no aparece en las fotografías, pero ahora sí, está pegada, incrustada, en los negativos para cualquier futura reimpresión.
* Epílogo.
Y todo lo dicho es la pura verdad de lo que nos ocurrió, palabra por palabra. Si es increíble, no nos sorprende, porque a nosotros mismos que tuvimos que sufrirlo, todavía nos asombra. Por ello, cada fotografía tiene una gota de sangre, una gota de sudor, y cada negativo arruinado, además, una lágrima.
Ahora, con más calma, la obvia pregunta es: ¿por qué continuamos, persistimos, insistimos, en semejante fangal? Por la combinación de dos circunstancias. Por una parte, porque sabíamos que, después de la larga vuelta por Tierra del Fuego que nos espera, ni siquiera en Buenos Aires habría posibilidad de hacer las revelaciones, y que, por lo tanto, cualquier nueva esperanza de revelaciones estaría en un futuro sin fin a la vista; con el consiguiente riesgo de daño a las películas; y por otra parte, porque inocentemente esperábamos que, con nuestras quejas y la aparente buena voluntad de la gente, el trabajo se iría a mejorar. En fin.
Así fue la causa de este tremendo atraso nuestro. Todo lo demás, y las fotografías también, podría haber sido terminado hace un mes atrás.
Sin embargo, pensándolo bien, este atraso, en su momento, tan enojoso, fue una mano que nos retuvo y salvó de problemas en lugares donde no se podrían haber solucionado tan fácilmente como aquí, en Santiago.
Por ejemplo, hace unos días atrás, empezó a darnos preavisos el motor de arranque que no estaba del todo bien. Y lo hicimos poner a nuevo. También, en estos días pasados, una de nuestras baterías, si bien todavía funcionando perfectamente bien, estuvo dando indicios de que quería jubilarse; y como ya tenía cuatro años de servicios, nos compramos una batería nueva. Muy posiblemente, de haber salido de Santiago hace un mes atrás, nos hubiésemos encontrado en el fin del mundo, en Tierra del Fuego, con batería y motor de arranque fuera de servicio.