así que no cosecha los laureles. Lo mismo ocurrió, como vimos en su oportunidad, con la invención del teléfono, y ocurrió en un sinfín de otros casos en toda la gama de actividades humanas.
Ayer, sábado, tercer día de nuestra estadía en Santiago, aprendimos por titulares en los diarios que anteayer, o antier como se dice en algunos países, mientras todo el día recorríamos muchos barrios en nuestras diligencias, había habido disturbios - con gases lacrimógenos, cañones de agua, dos, o tres, muertos, según las versiones, heridos, y más de un centenar de detenidos - en un barrio céntrico, sin que nosotros supiéramos nada, por no habernos aproximado, por purísima casualidad, a dicho lugar.
También siguen disturbios y explosiones en Lima. Tuvimos suerte que todo fue tan tranquilo cuando estuvimos allá.
¿Y en Bolivia? En Bolivia, sigue el caso de opereta trágica - y si tal género no existe, hay que inventarlo para Bolivia. A principios de febrero, cuando ingresamos a Bolivia, el dólar negro estaba en 100.000 pesos. A fines de mayo, cuando salimos de Bolivia, el dólar negro estaba en 300.000 pesos. Y ahora, en la primera quincena de agosto, aprendimos que cada dólar negro está en un millón de pesos bolivianos. Absolutamente tremendo. Y la inflación, en los últimos doce meses, se calcula, según los modos de calcularla, entre 4.000/oo y 8.000/oo. Aunque fuera sólo 4.000/oo es para llorar.
Por otra parte, hace pocos días, de manera perfectamente democrática y constitucional, hubo elecciones; y el gobierno pasó ... no al ganador por votos populares sino al candidato que le seguía en votos populares. ¿No es tan fascinante como muchas otras maravillas que vimos en esta Expedición ... una constitución que tiene expresamente incorporados mecanismos que no pueden sino inevitablemente desatar resentimientos en gran parte de la población; con nuevas, consiguientes, convulsiones y contraconvulsiones?
Yendo de nuestro pasado a nuestro futuro, en El Salvador, lamentablemente para aquel país y para nosotros, la confrontación ideológica fratricida sigue sin menguar, y en verdad sería irrealístico pensar, o siquiera esperar, que se apacigüe la situación para cuando nosotros nos encontremos nuevamente - aunque ello sea recién dentro de quizás un año - por aquellas latitudes.
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Llegamos al segundo fin de semana desde las últimas anotaciones; y estamos clavados, de cierta manera felizmente, para tres semanas más en Santiago; felizmente, porque, en contra de la imposibilidad por los canales normales, logramos descubrir una persona que, creemos, nos podrá traer de Vespuccia un >>>>>>>>