dos planos, sino por distancias muy diferentes; para más exacta ilustración, medimos la distancia entre dos puntos A y B en un plano, de escala 1/25.000, y nos dio 7,1 centímetros; la misma distancia entre los mismos puntos A y B en el otro plano, de igual escala de 1/25.000, nos dio 9,6 centímetros. Muy curioso concepto de escalas topométricas, sin duda.
Los mismos planos presentan una identificación que lleva implícita una deducción que nos parece imposible: figura en los planos una cárcel, pero no una cárcel cualquiera, una cárcel claramente especificada como pública. ¿Será que hay en Chile cárceles privadas?
Lo que nosotros siempre conocimos exclusivamente como mano de obra, aquí, en Chile, nos sorprendió como obra de mano - exquisito tema de discusión para distinguidos lingüistas; y lo que siempre conocimos exclusivamente como ochenta, aquí nos sorprendió como oshenta.
No podemos no ver que, muy cerquita de Santiago, se yergue la majestuosa, y en estos momentos nevada, Cordillera; pero preferimos no mirar para no amargarnos con la cada vez renovada toma de consciencia de la obliteración de la naturaleza por la contaminación ambiental. Naturalmente, hay que conceder que, así, por lo menos, Santiago se puede enorgullecer de estar a la par con las ciudades más desarrolladas de América, mientras que lugares como Ollagüe todavía padecen del vergonzoso subdesarrollo de tener aire diáfano y respirable.
Ciertas calles céntricas son corredores de gas asfixiante casi tipo mexicano, por culpa, mayormente, de los grandes colectivos, de los cuales hay muchos - tantos, que ciertas partes de las calles les son reservadas en exclusividad.
El tráfico de Santiago es enervante. Los conductores centro-chilenos no están a la altura de los nor-chilenos. Hay una dosis de indisciplina, no muy grande por cierto, y una falta de flexibilidad en el manejo, que, en conjunto, crean frecuentes situaciones de peligro, todo ello, exacerbado por el peligro adicional del exceso de velocidad y de frenadas de los grandes colectivos. Si se le agrega el bim, bim, bum, bum del pavimento, bastante desagradable.
Volviendo al tema de la radiodifusión que, desde nuestro punto de vista, es más bien de radio-recepción, estamos aquí, en Santiago, en un mundo radiofónico de las mil - o por lo menos de algunas - maravillas. Hay, aquí, cuatro estaciones que difunden música clásica - con la fina y notable cordura de difundirla solamente en abundancia, no fanáticamente, vale decir que dedican, además, grandes extensiones de tiempo a otros tipos de música y a muchos programas hablados; naturalmente, no siempre del interés de todo el mundo pero nunca ofensivos para la inteligencia, y frecuentemente de alto nivel intelectual.