palmeras, sin hojas, en esta época del año y, por lo tanto, grises o pardos. ¿Cuándo vimos semejante opulencia por última vez? Cuántas cosas inmensamente contrastantes comparten este continente y este planeta.
Está por anochecer; vamos a pernoctar al borde del camino no más, a unos 80 kilómetros de la capital de Chile.
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La noche fue tan tranquila como si hubiésemos estado en Ollagüe o quizás en algún desierto todavía más apartado: hay que aclarar que todas las noches desde que cruzamos a Chile fueron totalmente silenciosas; y todas las noches por venir, tienen garantía gubernamental que serán tan totalmente silenciosas aun en esta zona central de Chile por donde nos movemos ahora, porque en esta zona central hay un toque de queda vehicular nocturno, vale decir que, de noche y hasta las cinco de la mañana, si bien personas a pie pueden moverse como les plazca, vehículos no pueden circular. Naturalmente que es anatema para los eternos descontentos políticos profesionales, pero qué bendición para gente que quiere dormir.
\ST/ Nos tocó entrar a Santiago por barrios de los vetustos, de barracas tras >>>>>>barracas como hay en todas las ciudades grandes; y luego nos tocó el infierno del centro, con calles angostas, gran cantidad de ómnibuses, una contaminación fuerte, y una imposibilidad de estacionamiento fenomenal.
Para poder ir a la oficina de turismo a juntar información para orientarnos, oficina que no supieron ubicar en otro lugar, para la máxima incomodidad de los turistas, que en lo más tupido del centro, estacionamos en un sitio donde no había cartel prohibiendo estacionamiento, pero donde, evidentemente, por alguna reglamentación secreta de la municipalidad, estaba estrictamente prohibido estacionar, a juzgar por los varios coches allí también estacionados que las grúas de la policía se llevaron, mientras, felizmente, a nosotros nos respetaron.
Finalmente, felizmente emergimos en los barrios más residenciales.
Lamentablemente, de los varios laboratorios fotográficos de los cuales nos habíamos formado la esperanza de que quizás podrían llenar nuestros requisitos, ninguno los llena. Solamente uno tiene la máquina que requerimos, pero no usa el papel que queremos. Posiblemente cambie al papel de nuestra preferencia dentro de una semana o diez días, lo que a nosotros muy poco nos ayuda. Muy lamentable, porque, por otra parte, la gente parece interesada y la ubicación, dentro de un gran centro comercial con toda clase de comodidades, nos conviene. ¿Qué hacer? ¿Irnos? ¿Tratar de ocupar los diez días con otras cosas?