Decidimos, primero, ir a ver, de pura curiosidad, cómo está la estatua de la isla de Pascua, o sea la Moai de Rapa Nuí, con los primerísimos rayos del Sol. Nos resultó bastante bien: otra vez, durante unos preciosos minutos, vencimos la infernal cicatriz ambulante de la sombra en la cara.
Luego, fuimos a pasar unas horas frente a la roca del mar donde habíamos visto la colonia de lobos marinos. Allí estaban, desde el patriarca hasta todos los menuditos. Los observamos un larguísimo rato, moviéndose por las asperidades de la roca; acomodándose confortablemente para tomar sol; jugueteando, o quizás a veces diciéndose sus cuatro verdades; rascándose con sus enormes e inelegantes palmas de una manera curiosa- y cómicamente lenta, hasta aristocrática se podría decir; zambulliéndose fácilmente en el agua; escalando la roca, a veces casi milagrosamente como si tuvieran ventosas para agarrarse; y rugiendo, de vez en cuando, con fuerza que debía de ser notable ya que los escuchamos por encima de las explosiones del olaje sobre las rocas.
Los lobos marinos
Viendo el mar, nos acordamos de aquel marinero colonial puesto preso por brujo por haber acortado el viaje del Callao a Chile a sólo un mes, cuando lo único que él hizo fue descubrir vientos favorables en alta mar en vez de navegar, como todos los demás hasta entonces, contra vientos contrarios cerca de la costa.
A nosotros, nadie podrá ponernos presos por brujos ya que, viajando, parte cerca de la costa y parte lejos de la costa, tardamos ocho meses, más cerca de un año que de un mes, del Callao a esta costa central de Chile.
Valparaíso. No sabemos por qué se sigue hablando de Valparaíso como de entidad separada de Viña del Mar cuando se trata, hoy, a todas luces, de un solo conglomerado urbano; quizás habría que inventar algún nuevo nombre como Valviña, lo que, además, tendría la enorme ventaja de eliminar aquello de paraíso, de lo cual, Valparaíso no tiene ciertamente nada: es una ciudad utilitaria que carece de atractivos - quizás porque, si bien fue fundada en 1536, tuvo que ser reconstruida de emergencia después del terremoto de 1906; y sufrió otros sismos posteriores, uno, en 1971.
Justo se detectó siete casos de difteria.
Rápido, adelante, hacia Santiago.
La salida empezó con una subida por entre lo que parece ser, aunque nos cuesta creerlo, un bosque tupido y frondoso, mayormente de pinos, con la incongrua mezcla de algunas palmeras. Pero no nos vamos a dejar engañar; hay que ver qué viene más adelante, antes de decidir que realmente estamos viajando por un hermoso bosque. ¿Sería cierto que se habrían terminado los desiertos?
Sí, parece ser un bosque ya bastante extenso; con grandes pinos de verde oscuro, con contrastantes manchas de arbustos aromos amarillos - la flor de invierno de estas latitudes - y ahora con árboles de hojas caedizas en vez de >>>>>>>>