Michigan es, otra vez, una palabra paraborigen, y significa Aguas Grandes. Es natural que así sea porque, aun para quien no sabe que los lagos Superior, Michigan y Huron son las tres más grandes extensiones de agua fresca de la Tierra, son estos lagos aguas muy grandes.
La capital del estado de Michigan, Lansing, que estamos dejando a nuestra derecha, se encuentra lejos de los lagos, no por accidente: su ubicación es un recuerdo de los tiempos cuando Vespuccia trataba de expanderse en todas direcciones, incluyendo el norte a costillas de Canadá, y Canadá se defendía como podía, por lo que no era imposible que el territorio de Michigan fuese invadido por los Canadienses como medida defensiva, y por ello les había parecido más prudente a los Vespuccianos ubicar esta capital un poco retirada de la orilla de los lagos.
En cuanto a la necesidad de acumular pulpería para Canadá, se explica por el hecho de que, si bien en Vespuccia es fácil conseguir elementos llenadores de estómago y difícil conseguir comida sana, en Canadá la situación es todavía peor: por ejemplo, en la porción canadiense de la Expedición hasta ahora, pudimos comprar manteca una sola vez porque en Canadá, por lo que vimos, le agregan colorantes artificiales a la manteca, por lo menos en invierno. A este capítulo grande del desastre de la comida en Vespuccia y en Canadá, como ya dicho antes, volveremos cuando haya menos cosas del momento para observar y anotar.
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Esta mañana, aun antes de haber empezado a viajar, ya aprendimos algo nuevo referente a Michigan, como otra prueba de que siempre se aprende algo nuevo escuchando la radio. Resulta, según las noticias, que Michigan es el segundo estado de Vespuccia en contaminación, por la existencia de gran cantidad de basurales de productos nocivos; lástima que nuestro detector detecte solamente radiaciones nucleares y no pueda ayudar en este problema.
Hablando de otra cosa, parece que el invierno se olvidó de su calendario; estamos en Michigan a fines de diciembre, y no hay sombra de nieve; eso sí, está nublado, llueve, hay niebla, pero de nieve, nada; mientras que nosotros pensábamos que tendríamos que enfrentarnos con nieve en todas partes apenas habríamos llegado a Terra Nova. No nos quejamos: si bien, por otra parte, nos hubiese servido de base para decidir si sí o no aventurarnos a ir al Artico en invierno.
Hemos llegado al pueblo de Lowell.
Hemos visitado un molino de harina de trigo, según una cita arreglada con antelación. Como ya es habitual en nuestras visitas, se nos abrió una nueva ventana sobre el mundo en el cual vivimos y del cual sabemos tan poco; y, en >>>>>>>>