facultativo, con su nombre y dirección, ni siquiera su firma, dando la acuidad visual (que no debe ser peor que 20/40) y la visión lateral (que no debe ser peor que 100 grados), acompañado del importe de los derechos.
Para quien está presente en Vespuccia, la cosa es todavía más fácil: uno se apersona a la oficina de renovación de registros de manejar, ahí no más, en el mostrador, uno lee un cuadro de letras, dice si ve o no ve unas lucecitas laterales y, si la visión resulta dentro de las tolerancias, se recibe la renovación en el acto y sin gastos de oculista.
El que no quiere, o no puede, acercarse a la oficina, se hace llenar el susodicho formulario para mandarlo por correo. A tal efecto, se va a casi cualquier negocio de anteojos porque éstos ya tienen su oculista en la trastienda, y en dos minutos se verifica la acuidad visual y el campo lateral de visión por los medios más expeditivos: una cartulina delante de un ojo, una cartulina delante del otro ojo, una mano cerca de una oreja, una mano cerca de la otra oreja, y listo.
Ah, pero aquí, en la Argentina, para conseguir el formulario con la acuidad y el campo de visión, nos enteramos muy pronto, las cosas no son así. Las tiendas de anteojos no tienen un técnico para revisar la visión para los registros de manejar. Hay que ir a un oculista doctorado. Karel tuvo que pedir cita - para otro día, naturalmente - con un optómetra, una pérdida de tiempo. Tuvo que ir a la cita, otra pérdida de tiempo. Tuvo que aguantar veinte minutos de sabias maniobras para enterarse de lo que, en Vespuccia, hubiese tomado dos minutos y, naturalmente, pagar a la misma escala. Ah, pero, el optómetra hacía solamente la acuidad de los ojos; para el campo lateral, Karel tuvo que pedir cita con otro ingeniero de los ojos, tuvo que perder tiempo para ir a la cita, someterse a otros veinte minutos de sabias maniobras, y pagar otra vez, naturalmente. Realmente, el arte de complicar la vida.
Ah sí, y en lo del optómetra, tuvo que aguantarse la molestia, del momento, y residual hasta el día siguiente, de un líquido en los ojos porque sin el examen de glaucoma no se podía anotar la acuidad para manejar.
Además, se le comentó a Karel, si bien su visión, con una acuidad de 20/30, está bien por encima de la tolerancia vespucciana, de 20/40, y su visión lateral es total, aquí, en la Argentina, necesitaría anteojos para manejar porque aquí, en la Argentina, se exige que los conductores tengan la visión de 20/20, o sea que sean capaces de leer las letras las más chiquitas que nunca jamás se dan en carteles de vialidad. Realmente, el arte de complicar la vida, y de arruinar la vista de la gente con anteojos que no necesitan para el propósito.
Y naturalmente, aquí, en la Argentina, hacer el trámite de renovación de registro de manejar por correo, ¡ni que pensar! El arte de complicar la vida.