Dejar nuestros ojos ver esta realidad y, en combinación, dejar nuestra imaginación reconstruir, como en una pantalla en nuestra cabeza, el desierto, crea un contraste realmente asombroso.
Se terminó el impresionante sinfín de curvas; se terminó el bosque húmedo; apareció un lago.
Aquí, pasaremos la noche.
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Este amanecer fue para nosotros como ningún otro en tantos meses pasados. En un milagroso mundo, de pasto en el suelo, de arbustos y árboles moviéndose y susurrando en la brisa, de un espejo de agua más clarito que lo demás en la semi-oscuridad, de patos contándose cosas, de otros pájaros cantando sus fiorituras matutinas. ¡Qué contraste con el desierto! Lo maravilloso no es el agua, es las consecuencias del agua: todo lo que crece, todo lo que vive. Ahora que, el desierto ciertamente tiene su personalidad y su encanto; si no otra cosa, hay un perfecto silencio que aquí no podría existir - que también tiene sus ventajas para poder ensimismarse y recogerse como aquí sería imposible. Y nadie puede apreciar la maravilla que es esta vida, tanto vegetal como animal, si no se empapó, primero, de lo que es un desierto absoluto.
Hacia San Salvador de Jujuy, ahora.
Accesos del más moderno corte, con todo el despliegue de cortas autopistas y grandes carteles costosos que una ciudad moderna que se respeta necesita. En vez de algunos campanarios barrocos, un núcleo de rascanubes, no muchos, no altos, pero decididamente a-coloniales.
Estamos ahora estacionados frente a nuestra meta: la Catedral. En vez del habitual casi obligado estilo español, algo que nos transportó al instante a Vespuccia, algo que podría ser una catedral colonial protestante traída tal cual de Connecticut u otro estado vecino: está cerrada; a las 12:10. Dios, o por lo menos sus representantes terrenales, han ido a comer, de manera que, por ahora, no podemos ver lo que más específicamente nos interesa en ella: su púlpito, del cual tenemos la información, de que es la obra de paraborígenes bajo la paternal dictadura de los Jesuitas, y de que es comparable en belleza al púlpito de San Blas en el Cusco, que tanto admiramos.
Pues, seguiremos viaje más al norte de la ciudad de Jujuy, en la provincia de Jujuy, a ver un pueblo de nombre Purmamarca; y, a 21 kilómetros más allá, en el paraje de Huachichocana, unos dibujos rupestres supuestamente "magníficos". El púlpito, lo veremos a la vuelta.