Hoy, según previsto, pasamos la mañana con quehaceres varios, y luego nos acercamos a la policía fronteriza para los trámites de salida.
Ah, pero ahí tropezamos con que la oficina, en teoría siempre abierta, estaba cerrada. Ningún cartel, nadie a la vista. Fuimos a los carabineros, quienes nos aconsejaron que volviéramos dentro de un ratito, que debía de ser algo muy pasajero.
Decidimos utilizar el tiempo yendo a tres kilómetros de San Pedro a un pucará, de nombre Quitor, con la esperanza de que, quizás, encontraríamos la prueba de que pucaráes no son siempre villorrios de casas asustadas. Es aquí donde estamos ahora.
Lamentablemente, este pucará no es otra cosa que un amontonamiento de casas de piedra sobre la ladera de una loma, sin gracia ni atractivo de ningún tipo; está bien que fue un decidido obstáculo al paso de los invasores españoles por la zona, pero este interés intelectual no justifica el esfuerzo de ir a ver las piedras.
De todos modos, de vuelta a la policía fronteriza, ahora.
El oficial de la policía fronteriza todavía no ha aparecido. De vuelta a los carabineros.
Lo van a buscar.
Decidimos utilizar el tiempo yendo a la dirección del museo para manifestar nuestras opiniones en cuanto a las deficiencias que, según nuestro parecer, aquejan el museo.
Resultó nuestra iniciativa ser más feliz y constructiva que cuanto pudiéramos haber imaginado o deseado, con, como resultado, una nueva visita del museo arqueológico - pero una visita como muy poca gente seguramente tiene jamás el privilegio de tener, y muy diferente de nuestra primera visita.
Ahora, tenemos un enfoque totalmente diferente de este museo. En pocas palabras, lo que se ve hoy, lo que vimos nosotros, no es el museo verdadero y acabado; es solamente un relleno de emergencia - que es exactamente lo que nos había parecido - esperando la realización, ahora en pleno desarrollo, de planes que, más que grandes, hay que llamar grandiosos, incluyendo, un espacio de exposición tres veces mayor que el, ya bastante grande, de hoy, una escuela de arqueología, un laboratorio de investigaciones, una biblioteca - entre las más completas en la materia, todo ello, en el medio de este desierto; y para convencernos de la sensatez y de la realizabilidad de dichos planes, nuestro interlocutor nos llevó por todos los rincones de la trastienda del museo de hoy.
Vimos:
- las dos nuevas rotondas ya construidas;
- centenares de cráneos;