El principio es fácil, y es fácil decirlo, pero más difícil fue hacerlo, con las mangueras y demás que no se querían despegar.
Dos horas luchó el mecánico con eso. Pero ahora, aparentemente, ya no hay pérdida, no hay recalentamiento del motor - si bien tampoco hay calefacción; y si bien hubo que rellenar otra pérdida, felizmente sólo parcial, de agua con su valioso anticongelante.
En cuanto a la mina, pues no, hoy no trabajó, por inaccesibilidad; y no trabajará dos días más, siendo la primera esperanza dentro de tres días.
También, ¿quién tuvo la idea, la iniciativa, la visión, el coraje, y el grano de locura, de ir a buscar azufre en la caldera de un volcán de más de 6.000 metros de altitud, con falta de oxígeno y exceso de nieve?
Por otra parte, cabe señalar que, en otro volcán cercano a Ollagüe, justamente el volcán homónimo, otra empresa minera azufrera está en una situación todavía más espectacular y precaria, porque el volcán está todavía en actividad, y la empresa le está sonsacando el azufre prácticamente de la boca. Realmente, el espíritu emprendedor humano, a no ser que sea la codicia de riquezas humana, no tiene límite.
Otro problema es que - con el toque de atención, o será de alarma, de la fuerte nevada allá arriba, y de la lluvia aquí abajo, dando aviso de la llegada de la época de precipitaciones en estas partes de la Cordillera, con la consecuencia de hacer intransitables las huellas por los salares, o sea nuestra vía de salida de este lugar aislado; y con la demora bastante indefinida en la visita de la mina - también tenemos que ponderar y contrastar las probabilidades de poder visitar la mina razonablemente pronto, y las probabilidades de quedarnos aislados del mundo externo. Todavía no estamos seguros de qué curso tomar. Malo sería no visitar la mina más alta de la Tierra, peor sería quedarnos incomunicados; y también hay la cuestión de la perra y de la rabia. ¡Vaya enredo!
En adición, para aún peor, nos dimos cuenta de otro problema, de no tener bastante bencina para volver a la civilización de Chuquicamata, a pesar de haber cargado bastante combustible para la ida y la vuelta, por haber gastado cierta cantidad en los ensayos de la pérdida de agua. Y en estas partes, bencina simplemente no existe. Sólo los carabineros y la alcaldía tienen sus reservas oficiales. Como necesidad desagradable pero inevitable, fuimos a ver al alcalde.
El Señor Alcalde, con una suprema gentileza nos agasajó con refresco y galletas, se interesó largo rato en nuestra empresa y nos cedió cincuenta litros de su reserva, dándonos holgura para llegar a Chuquicamata. Esperemos que el arreglo provisional de los pernos como tapones en las mangueras aguantará. Si no aguanta, no sabemos qué pasará.